Los waykis en la sombra: Una crónica de la caída de Nicanor Boluarte
El hermano de la presidenta es acusado de ser el segundo al mando de una organización criminal que lidera una mujer todavía no identificada en el papel
Era la hora gris, la hora en que ya no es de noche, pero tampoco de día, cuando un equipo de nuestra Unidad de Investigación era testigo único del ingreso de la policía a la vivienda de Nicanor Boluarte.
Eran alrededor de las 6 y 10 de la mañana cuando un agente toma el temido ‘torito’ para romper la reja del edificio que les daría ingreso al segundo piso, donde vive el hermano presidencial.
Ni el sonido de las aves parecía despertar a los vecinos, pese al contingente en la puerta con algunos policías uniformados y otros encubiertos filmando el momento como garantía de un operativo, según la ley.
Nuestro compañero conocía perfectamente el lugar pues desde ahí la Unidad de Investigación de América Televisión junto a Cuarto Poder publicamos la primera gran investigación que detonó en el primer expediente fiscal contra Nicanor Boluarte y su círculo hoy detenido.
Los policías subieron al segundo piso, donde Boluarte tiene alquilados dos departamentos. La joven hija de Nicanor Boluarte abrió la puerta. El hermano presidencial estaba molesto, eufórico y en pijama. Reclamó que se entrara así a su casa. La esposa se mantenía en calma. Cuando los policías pidieron ir a su segundo departamento usado como oficina, Nicanor Boluarte les advirtió que casi no había papeles porque recién se había mudado. La hipótesis es que en realidad ya había movido sus cosas.
Nicanor Boluarte pidió que le cubran el rostro, usó una gorra y una mascarilla. Las esposas estaban totalmente cubiertas por una casaca negra. En el desfile de cámaras y micros, Nicanor Boluarte repetía una frase histórica, trillada, pero válida: “Soy inocente”.
Nicanor Boluarte no quiere hablar con el medio de comunicación, con el programa que ha presentado a la fecha 13 reportajes de investigación que han sido la base para que la fiscalía lo haya detenido. Está esposado, pero esconde esa vergüenza con su casaca y el silencio total.