Extranjeros indocumentados caminan hacia la frontera para salir del Perú
Desde que el gobierno oficializó la expulsión rápida de extranjeros en situación irregular, cientos de venezolanos abandonan el Perú voluntariamente
Las calles de Tumbes están siendo testigos de un suceso que hasta hace un par de semanas era impensado: miles de venezolanos están abandonando nuestro país.
Desde que el gobierno oficializó la expulsión rápida de extranjeros en situación irregular, estos venezolanos que estamos observando se van voluntariamente.
Pero no es el único motivo por el que deciden dejar el Perú. Su piel resquebrajada es la marca que le ha dejado el largo viaje recorrido. Víctor carga sobre su espalda todo lo que tiene. Todo lo acumulado en los cinco años que vivió en nuestro país
Es venezolano, de 28 años y oriundo de Táchira. Se va del Perú después de haber vivido en Cusco, Puno y Lima donde tuvo diversos trabajos: desde limpiaparabrisas hasta encargado de la vestimenta de cadáveres en una funeraria en Juliaca.
No solo se va por ser un migrante irregular, sino también por la violencia que ha enfrentado a peruanos y venezolanos en las últimas semanas.
Encontramos a Víctor en nuestro recorrido por Tumbes. Junto a dos personas, sus compatriotas Darlene y Germán, se trasladaba en un tráiler arriba de la mercadería. Así viajaron durante una semana desde Lima a Tumbes.
Darlene y Germán son pareja. Vienen desde Chile. Ahí Darlene se encargaba de las labores domésticas, mientras que Germán era lo que nosotros denominamos criollamente como mil oficios. Encontraron a Víctor en Lima. La adversidad los unió y juntos han recorrido cientos de kilómetros en los que han sufrido cansancio, calor, frío, hambre, sed.
Caminamos con ellos un par de kilómetros y los acompañamos hasta llegar a la sede de la Organización para los Migrantes ubicada en Aguas Calientes. Este lugar ha sido acondicionado por las Naciones Unidas para que los migrantes descansen mientras continúan su camino a un mejor futuro.
Aquí Víctor, Darlene y Germán recibieron útiles de aseo y medicinas. Sin embargo, conversando con ellos nos enteramos de que les hacía falta algo esencial: hace día y medio no comían ni tomaban agua. Sin un sol en sus bolsillos estaban sobreviviendo como podían, recibiendo caridad en el camino. Caridad que por muchos momentos fue escasa.
En ese momento decidimos llevarlos a comer. Encontramos un restaurante en la carretera que nos recuerda las carencias de quienes se van del Perú.
Sus vidas llenas de complicaciones los ha llevado a normalizar los momentos difíciles. A pesar de eso, siguen distinguiendo las alegrías de la vida. Mientras estaban comiendo, contaron que tienen un gran motivo para ser felices.
En ese momento nos dimos cuenta de que no habíamos conocido a tres personas, sino a cuatro. Darlene, a sus 19 años está embarazada, con cuatro meses de gestación la travesía que está haciendo adquiere un tono aún más épico.
Y aunque no lo son, realmente Víctor actúa con Darlene y Germán como si fueran su familia. La necesidad los ha unido tanto hasta el punto de que se sacrifican por el bienestar del otro.
Súper atento a la cantidad de migrantes que llegan hasta el terminal terrestre de Aguas Verdes, Luis Lizano reparte alimentos a los viajeros de bajos recursos. Luis encarna un ejemplo de los grandes esfuerzos que diversas asociaciones y grupos realizan para ayudar a personas como Víctor, Darlene y Germán.
Luis es encargado de la asociación adventista, que trabaja juntamente con la ONU. Realiza este trabajo desde que los migrantes venezolanos comenzaron a entrar masivamente a nuestro país.
El 11 de noviembre fue el primer día en el que se registró una gran cifra de salida de venezolanos. Un total de 400. Tras esto, los siguientes días se registraron cifras similares.
La excepción fue el miércoles 15 de noviembre cuando la policía contabilizó una salida aproximada de 780 ciudadanos venezolanos. El mayor egreso de migrantes en nuestro país desde 2017, año en el que el Perú se convirtió en uno de los países de América Latina con mayor migración venezolana.
Mientras alista sus cosas para ir a trabajar, chatea con sus hijos que están en Venezuela. July no tiene pensado dejar el Perú, por el momento. Trabaja en un salón de belleza y gana suficiente dinero para suplir sus necesidades básicas y enviarle dinero a su familia.
July es la otra cara de la moneda. Si bien esta casa tiene ambientes precarios, no gasta un sol en ella. Un amigo, al que conoció justamente a través de la asociación de adventistas, le ha permitido acogerse en esta vivienda hasta que pueda tener una mayor estabilidad económica. Por el momento, sueña con seguir progresando hasta que vuelva a encontrarse con sus seres queridos.
Consciente del contexto en el que se encuentran la mayoría de los venezolanos en el país, July sabe que será un poco difícil salir adelante en su condición de migrante.
Sin embargo, su situación es sumamente distinta a la de Víctor, Darlene y Germán quienes no seguirán esperando. La pareja está ansiosa por darle el alcance a su familia, que se encuentra en Colombia, y contarles la noticia de que habrá un nuevo integrante en su familia.
El color de su piel es el reflejo de los cambios de clima que Víctor ha tenido que atravesar en su camino. A pesar de eso, sigue con la mirada firme en la meta.
Mientras dan sus últimos pasos en tierras peruanas, la nostalgia los invade, pero su alma se llena de fortaleza cuando recuerdan que cada vez falta un metro menos para llegar a casa. Casa, una palabra que puede ser sinónimo de felicidad, logro, paz, para los miles de migrantes que están dejando el Perú.