Esta semana, un hombre que se desempeñaba como agente de seguridad fue asesinado al enfrentarse cara a cara con la delincuencia en el distrito de San Martín de Porres. El trabajador tenía más de 25 años cuidando conocidos establecimientos del cono norte.
Murió cumpliendo su labor. Enfrentándose a la delincuencia. Un agente de seguridad, un padre de familia, fue una de las primeras víctimas de este 2024. Un hombre que había terminado su jornada, pero, decidió ir tras los pasos de un criminal.
Tenía 52 años y llevaba más de dos décadas desempeñándose como vigilante de grandes establecimientos y, según su familia y amigos, era un hombre querido, bondadoso y servicial. Amaba su oficio, quería luchar contra la delincuencia que aqueja a nuestro país, por lo que, constantemente, se capacitaba para estar preparado y ejercer su labor.
Cesar Vásquez Santos era un padre amoroso, un esposo comprensivo y un abuelo consentidor. Su hija, quien se encuentra con el corazón roto, no entiende cómo, de un momento a otro, le arrebataron a su consejero de vida.
Unas cámaras de seguridad captaron los últimos minutos de vida de la víctima. Eran un poco más de las 9 de la noche, cuando en imágenes se ve corriendo al ladrón, detrás de él iba el agente de seguridad. Según testigos, ambos forcejearon, el agente sacó su arma, pero el delincuente consiguió arrebatársela, dándole más de dos certeros disparos.
El cuerpo del agente de seguridad se encontraba tendido en el suelo, sin signos de vida, rodeado por decenas de personas que miraban horrorizadas la escena y que entre gritos pedían una ambulancia. La policía y los peritos encontraron el arma bajo los pies de la seguridad. Esa arma que obtuvo para protegerse terminó siendo utilizada para quitarle la vida.
Un hombre de gorra y polo plomo sería el asesino de Cesar Vásquez, un venezolano que fue captado en más de una ocasión robando dentro del minimarket, donde trabajaba la víctima. Se hacía pasar como cliente, para ocultar los productos entre sus prendas y pasar desapercibido.
Sus compañeros y amigos, con los que compartió tardes de trabajo en el centro mayorista de Fiori, lo despidieron entre aplausos, arengas y ovaciones, paseando su féretro por los pasillos, que antes él custodiaba. La tienda, donde trabajaba, ahora luce un símbolo de luto. Hasta allá, también llevaron sus restos para que los empleados le dieran el último adiós.
Sus familiares aún siguen sin creer que el querido “Cesaregoito” o “Dragón”, como le decían, no esté más con ellos. Al parecer, los crímenes no tienen cuándo parar en un distrito, que se supone está en estado de emergencia, pero en el que todos los días roban, extorsionan y asesinan a algún ciudadano.