Hoy:

    Policía que disparó a hombre será incluido en los más buscados

    Policía que baleó a cuidador de autos en Trujillo será incluido en la lista de los más buscados por la justicia. Además, sale a luz sus antecedentes

    Foto y video: América Noticias

    Es un dolor que cala hasta el alma y es que no existe un sufrimiento más grande para una madre que estar de pie frente al ataúd de su hijo para darle un adiós que no debió llegar.    

    A William Andrés Cueva Collantes le arrebataron la vida de la manera más fría y despiadada. No fue a manos de un delincuente, ni de un sicario, sino de un agente del orden. Un policía que debía brindarle seguridad, pero en lugar de eso, usó su arma de reglamento para atacarlo.   

    Parece que fue ayer cuando sus familiares celebraban su cumpleaños número 39 en medio de bailes y risas. Hoy, solo quedan lamentos y una amarga sensación de impotencia tras su intempestiva partida.   

    Andrés era querido en su vecindario, conocido por su carácter tranquilo. Cuentan que, aunque no tenía empleo fijo, siempre buscaba la manera de recursearse y salir adelante, hasta que el pasado lunes 6 de enero, el suboficial de la policía identificado como Ricardo Xavier Jiménez Castro le disparó en la cabeza.   

    El efectivo policial en actividad estaba en su día de franco y se encontraba a pocos metros de su casa, pero antes de ingresar se le acercó a Andrés. En medio de insultos y reclamos le tiró un puñete.   

    Aunque Andrés solo le pidió explicaciones al agente, su furia escaló hasta lo impensable: sin dejar de insultarle, sacó su arma reglamentaria y jaló del gatillo.  

    El impacto de la bala dejó a la víctima inconsciente y tendida en el piso. La escena se llenó de gritos. Sus vecinos corrieron hacia él para auxiliarlo y trasladarlo al hospital regional.   

    El proyectil le había atravesado la cabeza; sin embargo, aún seguía con vida. Lamentablemente, tras permanecer tres días internado en la unidad de cuidados intensivos, su cuerpo no resistió más y murió.   

    Ha pasado una semana y aún no hay rastro alguno de Ricardo Jiménez. El miércoles en la noche, sus colegas, con una orden de allanamiento, rompieron la puerta de su vivienda e ingresaron.  

    Por increíble que parezca, en el interior de una de las habitaciones encontraron una bolsa con marihuana y cuatro cartuchos de dinamita.

    Un hallazgo que no solo refuerza la urgencia de ubicarlo, sino que también plantea interrogantes sobre la procedencia de esta sustancia ilícita.  

    El ministro del Interior, Juan José Santiváñez, señaló que el policía prófugo sería dado de baja. El encargado de sacar de las calles a peligrosas bandas criminales y velar por el orden, irónicamente, tenía un oscuro historial de abuso y violencia.  

    Anteriormente fue denunciado por maltrato físico y psicológico. Llevó un proceso penal por lesiones leves en la modalidad de agresiones en contra de las mujeres o integrantes del grupo familiar.  

    También fue denunciado por cohecho pasivo propio, específico de un miembro de la Policía Nacional que solicitó directa o indirectamente un donativo. Por su parte, el general Guillermo Llerena, jefe de la región policial La Libertad, indicó que sería incluido en la lista de los más buscados.   

    Aunque la disposición de una detención preliminar por siete días ya pesa sobre Ricardo Jiménez, según el abogado Carlos Rivera, director del Instituto de Defensa Legal, la ley de protección policial, o más conocida como ley del gatillo fácil, podría darle total impunidad.   

    Para el especialista legal, un policía que cometa delitos como homicidio o lesiones debería ser juzgado como cualquier persona ante el Poder Judicial.   

    Mientras la justicia demora, la indignación crece a un ritmo acelerado. Los vecinos de Andrés Cueva descargaron su ira contra la casa del policía prófugo, lanzando piedras y hasta prendiendo fuego.   

    La familia de Andrés, por su parte, se mantuvo al margen de los disturbios. Su madre, Juana Collantes, aún no logra entender cómo aquel fatídico lunes había conversado con su hijo y horas después le avisaron que estaba muerto.   

    Hoy la memoria de Andrés Cueva vive en las velas encendidas, en los carteles que claman justicia y en las lágrimas de quienes lo quisieron.  

    Pero, sobre todo, vive en la lucha de su madre y su familia, quienes prometen no descansar hasta que el policía que le arrebató la vida enfrente las consecuencias de su despiadado acto.