Piura: proyecto de infraestructura podría haber evitado inundaciones
Autoridades regionales presentaron el proyecto, pero desde Lima siempre se les negó el financiamiento
La magnitud de la tragedia tiene múltiples explicaciones pero estas son algunas de las fundamentales. En el niño de 1983 y de 1998 que azotó Piura, el río soportó caudales parecidos a los de ahora, llegaron a pasar cerca de 4000 metros cúbicos por segundo pero el desastre no fue de estas proporciones.
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Hay varias razones: en 1998 empezó a llover meses antes con lo cual el cauce del río fue ampliándose de a pocos, fue advirtiendo. Además se rompió el dique de Santa Rosa y Chatito mucho más abajo donde hay menos población y por eso solo afectó al distrito de Cura Mori. Esta vez se rompió el dique de Catacaos, Narihualá y el Pedregal donde se asienta la mayor población.
A esto se suma que en 1983 y 1998 no había tantas urbanizaciones en áreas rivereñas. En el mapa de las urbanizaciones inundadas, algunas como en Cocos del Chipe, se han pagado a 700 dólares el metro cuadrado. La culpa la tienen los sucesivos alcaldes que cambiaron zonificaciones de áreas agrícolas por urbanas sin hacer un trabajo de prevención en las riberas del río y sabiendo que en 1998 el Piura ya mostró cuál era su curso natural.
Situaciones similares se ven en pueblos y ciudades del Bajo Piura. La especulación y la corrupción han engordado la tragedia. Además en Piura ciudad no hay un buen sistema de drenaje pluvial, una parte se va al río pero como la ciudad está más baja que el cauce, cuando el río crece esos drenajes en vez de sacar agua de la ciudad lo que hacen es ingresarla porque las compuertas y alcantarillas no son herméticas.
Como remate, en la ciudad hay 47 cuencas ciegas que no tienen cómo drenar entonces cuando hay lluvias el agua se empoza y la única manera de sacarla es abrir los buzones por donde discurre el desagüe pero este también colapsa y entonces se mezcla el agua del río, con la de la lluvia, con la de los desagües. Si a esto se le suma la población que vive de forma irregular o con certificados de posesión en áreas catalogadas de alto riesgo por Indeci el cóctel molotov es mortal.
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La solución siempre fue y ha sido construir el proyecto La Peñita para controlar el caudal del río, afianzar sus defensas y hacer drenes en la ciudad. Pero los gobiernos centrales siempre dijeron no.
En Chato Grande en zodiacs de las Fuerzas Armadas, llegar no fue fácil. Algunos estaban evacuando, pero se han quedado unas 115, la mayor parte no quiere salir. La ayuda de los vecinos llega de pocos, en algún que otro helicóptero o en balsas improvisadas.
Las zodiacs llegan hasta Chato Grande pero no pueden llegar a Chato Chico. En carretas tratan de llevar víveres desafiando la corriente. Dos comandos de la Marina llegaron, su misión era saber qué necesitaban y evacuar como fuera a quienes quisieran hacerlo. Todos los vecinos estaban agrupados en la parte alta, sigue habiendo niños pero los mayores no quieren moverse
La misma historia se repite en otros caseríos, asentamientos humanos y pueblos aislados. Llegan las Fuerzas Armadas en lancha, los rescatistas de la policía ya no quieren evacuar por miedo a perder lo poco que les queda y por miedo a que los refugios sean un infierno peor al que viven aquí.
En las carreteras y pistas, el Ejército recoge a personas con lo puesto y las lleva a los refugios, sobre todo a la panamericana.
El viaje es eterno. En 1998 cuando hubo el último Fenómeno El Niño se destinaron terrenos al otro lado de la Panamericana para reubicar a poblaciones enteras en Pedregal, Buenos Aires, pero el lugar queda muy lejos de sus chacras y volvieron. El éxodo del 2017 parece definitivo. Miles de personas ya están instaladas allí.
Otro refugio es San Pablo, con capacidad para unas 1000 personas llegadas de todos los puntos con un par de bultos. Tienen comida, médicos y carpas, pero llueve y se convierten en coladores porque no son impermeables. Saben que esto es provisional. Y además no hay capacidad para albergar a todos los damnificados y afectados es una cuestión de números más de 60 mil.
Muchas personas han buscado refugio en las partes altas cerca de sus casas, sin importar si se trata de un cementerio. Es el caso del Ángel de Cura Mori. Ahí viven 150 familias. La única ayuda que les ha llegado de parte del Estado son 60 latas de atún, agua y 10 carpas colador. En contrapartida llega la solidaridad anónima, pero no es suficiente.
A pocos kilómetros está Narihualú un pueblo que estuvo a punto de desaparecer debajo del agua. Los vecinos aseguran que nadie ha venido a evacuarlos. Aquí viven de la algarrobina, las artesanías y el arroz. Los sembríos están ahogados y nadie está para hacer ni comprar artesanías.
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Hasta el jueves en la noche la única ayuda que había llegado eran estas papas y choclos enviados por los agricultores del Cusco. Empezó de nuevo la temida lluvia y empezó a llegar de la nada gente repartiendo un poco de consuelo.
Desde este jueves y por decreto, el reparto de comida estará a cargo del Ministerio de Defensa y del Indeci. Hasta el momento no había habido ninguna orden, la emergencia sobrepasó a las autoridades.
El viernes se volvieron a encender todas las alarmas. En el Bajo Piura debido a las lluvias se ordenó la evacuación. En Molino Azul se viene una crecida de 2900 metros cúbicos y como el dique de esta parte tampoco se ha podido arreglar el riesgo es enorme. .
Piura es la región con menos personal médico asignado por cada 10 mil habitantes, 14 para ser exactos. Mientras que en otros departamentos llega a 40. Hasta aquí se ha desplazado personal de Salud y del Minsa, pero la tarea es titánica, hay que sacar el agua empozada, hay que sacar la basura, los animales muertos, fumigar, pero sigue lloviendo, la población está dispersa y el plan recién se está armando.
La forma de haber evitado esto era haber construido el proyecto La Peñita que consiste en crear una presa en el río Piura, fortalecer las defensas, establecer un sistema de drenes en la ciudad y conducir el río hasta el mar. Ahora muere en la laguna San Lorenzo.
Ya el anterior presidente regional peleó por el proyecto pero la respuesta desde Lima siempre fue “No” porque no había retorno de la inversión. Él trató una alianza público privada pero no hubo postores. El proyecto La Peñita está valorizado en unos 250 millones de dólares, reconstruir Piura va a costar varias veces más.