Fernando Villavicencio: El magnicidio que evidencia el peligro del crimen organizado en Sudamérica
El asesinato del candidato Fernando Villavicencio ha generado un escenario perfecto para que el miedo se apodere en el Ecuador, a pocos días de las elecciones generales
Fernando Villavicencio quería ser presidente de Ecuador, pero fue asesinado a diez días de las elecciones en su país.
Pese a tener resguardo policial -pues había recibido amenazas contra su vida- el candidato y su comitiva fueron emboscados a la salida de un mitin en la ciudad de Quito.
Los simpatizantes de Villavicencio quedaron a merced del tiroteo que se desató en medio de la capital ecuatoriana.
El local donde se llevó a cabo el mitin sirvió para darles los primeros auxilios a los heridos, pero en los exteriores nada pudieron hacer por el candidato del partido 'Construye'.
En medio del caos, fueron atrapados dos de los pistoleros. Casi al mismo tiempo, el ataque era viralizado y convertido en noticia de impacto global.
La muerte de Fernando Villavicencio se confirmó minutos después en una clínica de Quito. Hasta el centro médico comenzaron a llegar los familiares del también periodista de 59 años.
El asesinato de Fernando Villavicencio tiene mucho que ver con el crimen organizado, lacra que cada vez se instala más en la idiosincrasia ecuatoriana.
Hasta el momento, las autoridades han detenido a seis sospechosos del magnicidio, todos ellos de nacionalidad colombiana. Otro de los sospechosos murió poco después de ser apresado por la policía.
La frontera entre Ecuador y Colombia siempre fue un paso seguro para la droga que se enviaba desde Sudamérica hacia el resto del mundo.
Hace una década, la ruta era controlada por las guerrillas colombianas, pero su desmovilización permitió que emerjan nuevos grupos armados.
Durante las negociaciones de paz entre las guerrillas y el gobierno colombiano, bandas como la denominada Los Choneros -originarias de una región llamada Chone- se volvieron temibles en Ecuador.
Sus principales cabecillas - Jorge Luis Zambrano, alias ‘Rasquiña’; y José Adolfo Macías Villamar, alias ‘Fito’ - fueron encarcelados durante el gobierno de Rafael Correa, quien pretendió llegar a acuerdos de paz con las bandas criminales.
En prisión, los cabecillas de Los Choneros se volvieron leyendas y comenzaron a gestar su vida de lujos producto de las alianzas con el narcotráfico.
Llegó a ser tanto el poder de las bandas criminales dentro de los penales que las cárceles de la república ecuatoriana fueron escenarios de motines y ajustes de cuenta entre pandillas rivales.
La policía y el ejército no se daban abasto para frenar las reyertas y mucho menos el tráfico de droga que campeaba en Guayaquil y otras ciudades costeras del Ecuador. Los Choneros fueron la banda criminal más sanguinaria hasta hace apenas unos años.
Vinculadas con el Cartel de Sinaloa y mafias albanesas de narcotráfico, las bandas ecuatorianas se sentían tan inmunes e impunes que mataron fiscales y hasta alcaldes del litoral ecuatoriano.
De su lado tuvieron a Harrison Salcedo, abogado que exhibía sin pudor una vida muy al margen de la ley, y que defendió en tribunales también a políticos de su país, como el exvicepresidente correista Jorge Glas. Este abogado del hampa fue asesinado hace dos años tras una emboscada a balazos contra su camioneta blindada.
Ecuador llegó a un punto en el que sus autoridades y el crimen organizado parecían jugar en el mismo equipo.
Nuevos líderes surgieron en el mundo criminal de nuestro vecino país. Junior Roldán, alias ‘JR’, trataba de conquistar en las calles el poder que alias ‘Fito’ conservaba en prisión. Incluso hacía eventos de caridad en ciudades pobres del litoral, que forman parte de la ruta del narcotráfico.
Entre tanto, Guayaquil se sumía en una ola delictiva tan feroz que pasó a ser una de las zonas más violentas del mundo a finales del 2022.
En este escenario convulsionado se desempeñaba como periodista Fernando Villavicencio, de marcadas convicciones conservadoras, pero agudo sentido para ver las interacciones entre el crimen y el poder.
Enemigo acérrimo del gobierno de Rafael Correa, Villavicencio vivió una temporada exiliada en Lima, en 2017. A su regreso se metió de lleno a la política. Fue parlamentario y luego aspirante a la presidencia. Hace poco denunció que había sido amenazado de muerte por alias ‘Fito’, uno los pocos líderes de Los Choneros aún con vida, tras las muertes de ‘Rasquiña’ y ‘JR’.
El miércoles pasado, Villavicencio lideró en un pequeño colegio de Quito el que sería su último mitin.
Finalizado el encuentro con sus pocos, pero leales seguidores, el candidato fue acribillado por una cuadrilla de sicarios.
Lo último que se ha sabido es que en los teléfonos de los asesinos habría llamadas con algunos políticos ecuatorianos.
Padre de cuatro hijos, Villavicencio fue velado en estricto privado y con una tardía protección policial alrededor de su féretro. Su hija mayor recuerda que el periodista de investigación no le tuvo miedo nunca a las amenazas.
En Ecuador se ha decretado un régimen de excepción a fin de garantizar las elecciones del día 20 de agosto.
Alias ‘Fito’, quien amenazaba a Villavicencio desde prisión, fue trasladado a una celda especial de máxima seguridad.
Entre tanto, videos apócrifos aparecieron atribuyendo la autoría del crimen a bandas rivales de Los Choneros, pero estas mismas bandas niegan tener participación.
En los últimos días, dos políticos ecuatorianos denunciaron también atentados en su contra, el escenario perfecto para que el miedo se apodere de un país golpeado por el crimen.
Las investigaciones -si hay lógica- deberían aclarar la muerte de Fernando Villavicencio, quien como político no lideraba las encuestas, pero como periodista sabía encontrar las verdades que incomodaban al poder.