Feminicidio en La Molina: intentó huir, pero familia lo entregó

Andrea Paredes deja tres hijos en la orfandad tras ser asesinada por su expareja. Su familia exige cadena perpetua para el agresor.

Foto y video: Canal N

La historia de Andrea Paredes Reyes, una mujer trabajadora y madre de tres hijos, tuvo un final trágico. La noche del 3 de marzo, su expareja Junior Grandez Vásquez la interceptó cuando salía de su trabajo en La Molina y la apuñaló brutalmente en plena vía pública.

Pero lo que hace diferente a este caso es la forma en que Junior terminó capturado: fueron sus propios primos quienes lo entregaron a la Policía, después de que él mismo les confesara el crimen.

Un ataque planificado y una macabra estrategia para borrar evidencias

Según los familiares de Andrea, la mujer había terminado la relación hace un año debido a los constantes maltratos y agresiones de Junior. Sin embargo, él no aceptaba la ruptura y la acosaba en su centro de trabajo.

La noche del ataque, Junior la esperó afuera del local, la siguió con su auto y, cuando ella intentó huir en su moto, la interceptó y la apuñaló.

Un taxista fue testigo de la escena y trató de auxiliarla. Andrea aún estaba viva, pero su agresor la había herido de gravedad.

Luego de cometer el feminicidio, Junior condujo su auto hasta la avenida Javier Prado y lo incendió, en un intento desesperado por eliminar cualquier rastro de su participación en el crimen.

La confesión que lo delató

Lo que Junior no esperaba era que su conciencia lo traicionaría. Luego de huir, llamó a una prima y le confesó que había matado a Andrea.

“Nos comunican que él estaba ahí y que había llamado a su prima para decirle que la había matado”, contó un familiar de la víctima.

Lejos de ayudarlo a escapar, sus propios primos lo redujeron y lo entregaron a la Policía de La Pascana, donde finalmente confesó su crimen.

Una vida de lucha y un hogar destruido

Andrea tenía 37 años y era madre de tres hijos: una joven de 20 años y dos pequeños de 6 y 1 año. Para ellos, era su protectora, su apoyo y su guía.

Trabajaba en una conocida cadena de restaurantes y se había convertido en un pilar para su familia, ayudando económicamente a sus padres y sacando adelante a sus hijos sin necesitar la ayuda de nadie.

Sus compañeros la describen como una mujer alegre y solidaria, siempre dispuesta a ayudar.

“Era de las que te daba la mano si te veía nuevo en el trabajo. Siempre apoyaba a todos”, relató una de sus amigas.

Medidas de protección que no sirvieron

El feminicida ya tenía antecedentes de violencia. Un año antes, Andrea lo denunció por haberla golpeado y estrangulado frente a sus hijos, lo que le valió medidas de protección.

Sin embargo, estas no sirvieron de nada. Andrea intentó alejarse, pero su agresor no la dejó escapar de su control.

“Él le decía que no fuera mala, que le diera otra oportunidad. La acosaba en su trabajo. Ella intentó huir, pero él la persiguió”, contó su hermana.

Un adiós entre dolor y exigencias de justicia

Andrea fue despedida entre aplausos en su casa de San Juan de Lurigancho, donde su familia y amigos exigieron la pena máxima para Junior Grandez Vásquez.

Su madre, devastada, solo pide justicia. “Él tenía todo planeado. Que le caiga todo el peso de la ley”, reclamó entre lágrimas. Hoy, Junior está bajo prisión preventiva, pero la familia de Andrea no descansará hasta que sea condenado a cadena perpetua.