Estos eran los lujos de la vivienda del alcalde de Chilca

Gustos singulares, vida de rico en zona de pobre, el alcalde de Chilca Richard Ramos fue sorprendido en la madrugada, pero quienes al final acabaron impresionados fueron la Policía y Fiscalía, al ver qué había detrás de ese falso manto de modestia.

A 64 kilómetros de Lima estaba el bunker de Ramos. Pequeña fachada, inmenso inmueble, 3000 metros cuadrados. Directo a la habitación donde estaba el alcalde, primer impacto, el capital que allí tenía guardado.

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Montañas de billetes, de esos que no caben en una sola mano. Dos teléfonos de alta gama, apenas si era el comienzo al abrir esa caja de pandora. Paredes con espejos del piso al techo, jacuzzi con hidromasaje y un clóset del tamaño de una habitación, con un sinfín de zapatos, camisas y pantalones, una bofetada de un hombre que de bancos poco sabe.

Pero al alcalde eso no le parecía extraño, un bostezo indiferente delante de eso que parecía natural. Un pasadizo conducía al lujo, piso inmaculado combinado con los muebles, el comedor y al fondo el televisor de última generación, el vidrio templado de la mesa, una cocina con finos acabados, muebles empotados y la creencia que una vela podría mantenerlos a salvo.

Pero había más, mucho más. Una alfombra verde, una mesa de billar, era la canchita en la que Ramos se lanzaba a sus pichangas. Con césped sintético del fino e iluminación artificial para jugar de noche, al lado un terreno para otra cancha, detrás de ese bunker que era los dominios del alcalde.

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Solo en césped sintético cerca de 100 mil soles, cochera para ocho autos, cuatrimoto y el Camaro de película allí en la calle abandonado. Bicicletas, autos a batería, colchones, juguetes por montones, otro televisor de estreno en medio de esas cosas sin uso.

Trafico de terrenos, extorsión, sicariato, los delitos que se le imputan a la banda de Los Rucos, que compromete a un alcalde que acabó detenido en Seguridad del Estado.

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