Hoy:

    Caos en el centro histórico del Cusco

    Amparados en el derecho al trabajo, los dueños de bares y discotecas han convertido el centro histórico del Cusco en un escenario de excesos que espanta a los turistas

    Video: Cuarto Poder

    Esto es hoy el Centro Histórico del Cusco, patrimonio cultural de la humanidad. Estas angostas calles incas, que reflejan las huellas de nuestro formidable pasado y que son parte del conocido camino Qhapaq Ñan -consideradas patrimonio cultural de la Nación- han sido transformadas por el desenfreno y la violencia.

    Energúmenos jóvenes, con mucha ayuda del alcohol, han convertido el centro la ciudad más visitada del país en un ring de violencia y urinario público.

    El descontrol es tan descarado que las peleas ocurren frente a la autoridad sin que puedan evitarlo. Los turistas que se hospedan cerca a la calle Suecia corren el riesgo de ser atacados por estos ebrios, mientras caminan a la plaza de armas a las 7 de la mañana para tomar el tour hacia el enigmático santuario de Machu Picchu.

    Antes, vivir u hospedarse en el centro histórico era un privilegio, una muestra de orgullo y de conexión con el formidable pasado inca. Hoy, sin embargo, no es así.

    Decenas de videos son evidencia de esta cruda realidad: jóvenes golpeadas por sujetos ebrios; peleas y agresiones que terminan siendo un espectáculo en el que la policía solo funge de espectador.

    Aquí debería respirarse la solemnidad de la historia. Todo ocurre en la puerta de un colegio histórico, donde alguna vez estudió Tupac Amaru II, José Gabriel Condorcanqui.

    Ni la historia, ni la protección de la Unesco evita que el centro histórico sea una cantina abierta las 24 horas. La riqueza arquitectónica e historia de este patio se diluyen entre botellas rotas y calles convertidas en escenario de violencia. Pareciera que a nadie le importara proteger a los niños, ni cuidar su historia.

    La Municipalidad del Cusco ha intentado ponerle fin al caos nocturno, ha cerrado algunas discotecas. Existe, sin embargo, un laberinto de leyes y tecnicismo en el que no importa que estos comercios carezcan de licencia municipal, que no tengan licencia para funcionar como discotecas. Basta que pagar una multa para reabrir.

    Amparados en el derecho al trabajo los dueños de estos lugares han convertido el centro histórico en un escenario de excesos. Allí donde alguna vez la historia vibro con la grandeza del imperio Inca, hoy retumba el desenfreno.