Crónica de la denominada “Toma de Lima”
Una protesta que estuvo lejos de repetir lo ocurrido a principios de año, pero que igual es una severa llamada de atención al gobierno de Dina Boluarte
Es miércoles 19 de junio, bautizado como el "19-J" por algunos entusiastas. Ese día, en medio de la plaza Dos de Mayo, un hombre de gorra negra y casaca beige era el centro de atención de un grupo de manifestantes.
Era el expresidente del consejo de ministros Aníbal Torres, protestando en libertad, lejos, muy lejos de la prisión que hoy ocupa el expresidente Pedro Castillo.
"No hay una democracia, no hay un gobierno democrático. La superposición de poderes es con el único fin de favorecer solamente a unas cuantas familias y eso debemos terminarlo. El Perú no es de unos cuantos, el Perú es de todos los peruanos, fuerza compañeros", se le escucha decir al expresidente del Consejo de Ministros.
Torres, el hombre que estuvo al lado de Castillo hasta el frustrado golpe de estado, paseaba por las calles pidiendo la renuncia de Dina Boluarte. Como él, algunas delegaciones pedían la restitución del exmandatario, mientras que otras miraban con deseo un adelanto de elecciones.
En Lima, cerca de 5 mil personas se concentraron principalmente en las plazas Dos de Mayo y San Martín.
La marcha transcurría de manera pacífica, pero por momentos parecía salirse de control. Las piedras, bombardas y cuetecillos eran una amenaza a la vida de cualquiera. Seis personas salieron heridas, incluso en ambulancias, y ocho policías abandonaron las calles con serias lesiones.
"Nosotros hemos tratado de buscar un mecanismo distinto al que tradicionalmente se hacía con las marchas. Hemos tratado de evitar víctimas del lado de la policía como de los manifestantes", manifestó el general PNP Roger Pérez Figueroa – jefe de la Región Policial Lima.
Avanzada la tarde, las personas se concentraban frente a la policía y trataban de romper la resistencia de las fuerzas del orden.
En la avenida Nicolás de Piérola, estratégica por estar conectada con la avenida Abancay, doscientos policías formaban un cerco que, desde el aire, parecía de acero.
Con la policía en las calles del centro de Lima, el desplazamiento se complicó para algunas delegaciones que también iban en busca de llegar al Congreso de la República.
El reclamo de la gente, por momentos parecía hacer dudar a la policía, pero la orden primera de los efectivos era bloquear los accesos a la avenida Abancay.
Un hombre de casco blanco y altoparlante buscaba convencer a la policía de que lo deje pasar, pero el cerco era mucho más fuerte que su voz.
Minuto a minuto, la policía buscaba recuperar el perímetro de esta plaza. Frente a frente, a un respiro de los manifestantes se notaba también que el pelotón trataba de evitar el conflicto que asomaba.
Aquí los celulares transmitían los sucesos en vivo y parecían ser más enérgicos que las mismas piedras.
Los manifestantes avanzaban, pero la policía no se quedaba atrás. Por momentos la lucha era cuerpo a cuerpo muy cerca de aquel edificio que se incendió durante las protestas del 20 de enero pasado.
Varios estados de ánimo se podían notar en una misma protesta. Un grupo lanzaba piedras y empujaba a la policía que como primera reacción utilizaba sus varas de goma; otros, llamaban a la calma.
Eso sí, todos parecían tener un único objetivo: salir de ese cuadrilátero y unirse a otras delegaciones que ya estaban en la avenida Abancay.
Con la caída del sol, más de 4 mil personas seguían de pie en el cruce de Nicolás de Piérola con Abancay intentando avanzar hacia el congreso, en el mismo lugar donde hace tres años murieron los jóvenes Inti Sotelo y Bryan Pintado. La cámara que hoy apunta a la cara de cada manifestante y policía, esa vez estuvo apagada.
Aquí tres hombres de ánimo beligerante fueron captados por las cámaras de la municipalidad de Lima. Uno llevaba gorra y polo blanco; otro, chaqueta ploma y el tercero, chaqueta azul. Mientras algunos flameaban banderas, el de gorra blanca prendía y lanzaba una bombarda.
En medio del tumulto, un sujeto que no ha sido identificado lanzó una bomba molotov. A partir de este momento, la policía iniciaba la segunda parte del plan, evitar más violencia y dejar que sigan marchando rumbo al congreso.
Casi en paralelo, en el cruce de las avenidas Nicolás de Piérola y Lampa, los manifestantes comenzaban a correr y la policía iba detrás. Minutos antes, se vio a los sujetos que atacaron con bombardas y horas después fueron capturados.
A las 7 de la noche, en el punto más alto del enfrentamiento, los efectivos parecían perder el control de la marcha, pero la policía asegura que todo estaba previsto en un plan.
La idea era dejar avanzar a los manifestantes por la avenida Abancay hasta el jirón Junín, en el Congreso. Esperar un tiempo prudente y dividir a la multitud en dos.
En medio de gases lacrimógenos, varias personas se desorientaron y resultaron afectadas. Un hombre, que parecía tener una lesión en la pierna, terminó tumbado en el piso por la falta de aire y visión.
En otro punto de la misma avenida Abancay, se lanzaban artefactos pirotécnicos, pero los policías trataban de actuar rápidamente para extinguir esas llamas.
En este punto un policía salió herido y un manifestante sufría el golpe de una piedra. A las 7:30 de la noche, la marcha estaba en su punto cumbre, en las inmediaciones de palacio legislativo con varios congresistas y trabajadores adentro.
Aunque el lugar estaba enrejado y con 550 policías al interior, el grupo más beligerante buscaba entrar a como dé lugar. De pronto, 180 efectivos que estaban a la altura de la estación de bomberos “Roma” comenzaron a salir por Abancay. Poco a poco fueron dividiendo la marcha en dos utilizando gases lacrimógenos de mano.
Tras las escaramuzas frente al Congreso, la marcha prácticamente se disolvió. El gobierno aseguró que un poco más de 20 mil personas marcharon en todo el país, en una protesta que estuvo lejos de repetir lo ocurrido a principios de año, pero que igual es una severa llamada de atención al gobierno de Dina Boluarte.