La selección española decepcionó en su último test antes de encarar el gran reto de defender por segunda vez el título europeo, sorprendido por la débil Georgia en un encuentro de dominio sin pegada, en el que solo Andrés Iniesta escapó del reencuentro con la imagen ramplona de antiguos amistosos.
De golpe España perdió el gol y la brillantez en su última cita antes de la Eurocopa. Un encuentro que se perfilaba de poca valía se convirtió en una advertencia para Francia. Ningún rival jugará a la Roja como hizo Georgia, encerrada en su terreno de juego, sin presionar ni querer la posesión, pero ni ante la 137 del ránking mundial FIFA hoy en día te puedes relajar.
Restaban seis minutos para el descanso cuando un desajuste defensivo dejó solo a Jigauri. Optó por asistir y a placer, en posición dudosa, marcaba a puerta vacía Okriashvili. Georgia venía de ser goleada por Eslovaquia y Rumania. Firmaban no caer con estrépito en Getafe y se encontraban con una realidad distinta.
De nada había servido el dominio de la Roja. Nada más nacer el duelo acariciaba el gol Sergio Ramos con un escorzo para rematar acción a balón parado. Era un espejismo. España encerró pero no inquietó en exceso a su rival. Cesc disparó al lateral de la red en el segundo acercamiento y Lucas despertaba a todos del tedio con su velocidad pegada a banda y un centro medido que cabeceó fuera Aduriz con todo para marcar.
Faltó precisión para abrir el cerrojo. Cesc fue el más incisivo descolgándose del centro del campo hasta el área rival. Los puños de Revishvili salvaron su segundo intento. El poste repelió el disparo más ajustado. El de Thiago, con calidad, colocando el cuerpo para un toque sutil.
Los cambios para el segundo acto revolucionan a España. Iniesta apareció en escena y se echó a la selección a sus espaldas. Leyó bien el partido, aportando llegada y disparo cada vez que tuvo oportunidad, pero faltó acierto. No era el día y Aduriz sintió lo que en su día otros nueves de la Roja sin ningún protagonismo en el juego. EFE