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El segundo departamento más poblado del Perú muestra, desde el aire, su caótico crecimiento en terrenos prohibidos y peligrosos.
El corazón de Piura parece tener arterias urbanas sin válvulas de escape.
El segundo departamento más poblado del Perú muestra, desde el aire, su caótico crecimiento en terrenos prohibidos y peligrosos.
Casas levantadas con madera, esteras y calaminas se cuentan por miles en el arenal. Dicen que por la ola de calor, Piura sólo tiene dos estaciones: el verano y el infierno y ese infierno podría devorar a esta ciudad si, una vez más, es azotada por el Fenómeno del Niño que, en los próximos meses, puede pasar de intensidad fuerte a extraordinaria.
Sólo en este departamento, según estimaciones de las oficinas técnicas, habría más de 58 mil damnificados y, aun así, aquí nadie ha aprendido la lección.
El Niño es sólo un mal recuerdo. Nadie le teme. Y lo desafían de la manera más irracional invadiendo lagunas y drenajes, las únicas vías de desfogue del río Piura.