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13.05.2016

Marcela Temer, de modelo a primera dama de Brasil

Brasil vuelve a tener primera dama después de casi seis años.

Trabajó como modelo y como recepcionista en un diario local hasta que conoció a Temer. Un año después se casaron en una ceremonia íntima. Ella tenía 20 años y él 63.

Cuando Marcela Tedeschi ganó con 19 años el título de Miss Paulínia, ciudad en el estado de Sao Paulo, difícilmente podía imaginar que terminaría casada con un político 43 años mayor que ella, Michel Temer, que llegaría a la Presidencia de Brasil y la convertiría en primera dama del país.

Tras la asunción de Temer como presidente interino, con Tedeschi – Marcela Temer tras su matrimonio – Brasil vuelve a tener primera dama después de casi seis años. La última fue la esposa de Luiz Inacio Lula da Silva, Marisa Leticia.

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Desde sus primeras apariciones en público, durante la asunción presidencial de Dilma Rousseff, en 2011, Marcela Temer se ha robado la atención de la prensa y ha provocado las reacciones más dispares tanto por su exuberante belleza rubia como por sus comentarios.

En medio de una crisis política sin precedentes en un cuarto de siglo en el país, que ha terminado con la separación del poder de Rousseff y la asunción del hasta ahora vicepresidente Temer, Marcela volvió a levantar polémica.

Un reportaje de la revista Veja que la definía como "bella, recatada y del hogar" desató mordaces críticas de organizaciones civiles y grupos feministas por la visión conservadora y machista del papel de la mujer que traslucían las palabras de Marcela.

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La nueva primera dama brasileña presume de que sus días se centran en el cuidado de su hijo, de 6 años, de su esposo, Michel, y en las tareas del hogar.

Marcela Temer "aparece poco, le gustan los vestidos a la altura de las rodillas y sueña con tener otro hijo con el vicepresidente", señalaba la revista en el reportaje.

Rápidamente se multiplicaron las comparaciones con Rousseff, que acaba de ser separada del poder y que cuenta con un pasado de militancia política que la llevó a la cárcel en su juventud y una prolífica carrera política.

La experiencia de Marcela es muy distinta. Estudio en un colegio de Paulinía – a unos 500 kilómetros de Sao Paulo – y con 19 años, en 2002, consiguió el título de Miss de la ciudad y de "vice-Miss Sao Paulo".

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Trabajó como modelo y como recepcionista en un diario local hasta que conoció a Temer en un asado organizado por afiliados al Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB), y un año después, en 2003, se casaron en una ceremonia íntima. Ella tenía 20 años y él 63.

En 2009, estudió derecho en una universidad de Sao Paulo pero, según explicó a medios locales, no realizó el examen final por el nacimiento de su hijo, Michelzinho.

Cuando Temer, líder del PMDB, llegó a la vicepresidencia arropando a Dilma Rousseff, en 2011, se instalaron en el Palacio de Jaburu, en Brasilia, después de una profunda reforma.

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La hoy primera dama de Brasil, que se tatuó el nombre de su esposo en la nuca cuando comenzó su relación, se muestra en un discreto segundo plano en los actos públicos, aunque eso no evita que se convierta en blanco de las revistas del corazón.

Ajena a los comentarios sobre la diferencia de edad con su marido, Marcela asegura que "la edad no es obstáculo". "Es como si Michel tuviera 30 años, suena gracioso pero es así", ha dicho.

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La pareja parece vivir uno de sus mejores momentos, a juzgar por el reportaje de Veja, que reveló como el vicepresidente agasajó a su joven esposa hace unos meses reservando un exclusivo restaurante de Sao Paulo solo para "Mar" y "Mi", como al parecer la familia se refiere a Marcela y Michel.

La pasión de Michel por "Mar" le ha inspirado incluso para lanzarse a escribir poemas: "Llamas de fuego, ojos brillantes, labios rojos, un incendio, toma cuenta de mí, de mi mente, de mi alma, de todo. En brasas, mi cuerpo, incendiado, consumido, disuelto. Finalmente quedan cenizas que esparzo en la cama".

Quizá, con sus nuevas responsabilidades como presidente interino de Brasil en medio de un huracán político y económico y con los Juegos Olímpicos en puertas, Michel Temer no tenga tanto tiempo para escribirle apasionados versos a su joven esposa. EFE

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