Ica: Se han registrado más de 11 mil reportes policiales por robos, extorsión y sicariato
Tres meretrices venezolanas permanecen detenidas por estar involucradas en el asesinato de una enfermera que se resistió al robo de un celular y terminó ejecutada por un desconocido
A 20 minutos de Ica, por este camino de zona agrícola y en complicidad con la oscuridad de la noche, en un mototaxi fue llevada con vida la joven empresaria Ericka Hernández Olivares. Iba contra su voluntad y con un arma apuntándole a la cabeza.
El único pecado de Ericka fue haberse resistido al robo de un celular. Por buscar justicia, acabó de rodillas con un disparo en la cabeza.
La historia de lo que hoy sucede en Ica es la historia del Perú. Ica ha multiplicado sus índices de criminalidad. Está en el puesto 3 del país en el ranking del mayor porcentaje de denuncias, 114 por cada 10 mil habitantes. En esta ciudad turística y meca de la agroexportación, se han registrado más de 11 mil reportes policiales por delitos como la extorsión, el sicariato, homicidios y niveles insufribles de robo.
Robo desmedido de equipos celulares, como lo que sucedió aquí, en pleno centro de Ica. La grabación viene de transeúntes curiosos por la gresca frente a peatones y vehículos. La mujer que aquí cuenta sus últimos minutos de vida sin saberlo es Ericka Elizabeth Hernández Olivares.
Ericka, la ‘China’, como le llamaban sus padres y amigos, siempre fue rebelde. Fue rebelde a la pobreza y logró titularse como técnica de enfermería en pandemia. Fue rebelde contra quienes la juzgaron por ser madre joven y a sus 28 años ahorró lo necesario para poner esta botica, “Jesús, mi Redentor”, en una estratégica esquina al frente del hospital regional de Ica. Aquí tuvo entre sus empleadas a la joven Lizbeth Asto de la Cruz, la última persona cercana que la vio con vida.
La tarde del viernes 22 de septiembre, Ericka y su trabajadora Lizbeth salieron de la botica hacia la calle Los Cerezos, en el centro, donde Ericka debía cancelar un trabajo de melamina para su botica.
Aunque fueron en mototaxi, Ericka y Lizbeth regresaron caminando por la calle Chiclayo y Bolívar.
El video que se observa es de un transeúnte. Las jóvenes son meretrices venezolanas adueñadas de esta cuadra llena de hostales cómplices. Lizbeth, la víctima del robo, está con polo amarillo, la tienen agarrada del cabello. Su jefa, Ericka, ha sido arrinconada.
Ericka ha quedado contra la pared. Forcejea con una de las extranjeras. Se ha quedado sin el polo y solo está en brasier, su pantaloneta negra y zapatillas blancas.
La meretriz de polo rojo es menor de edad. Tiene 16 años y es la principal sospechosa del robo del celular. Hay reproche de las peruanas quienes insisten en pedir de regreso su equipo.
Los hombres que graban se ríen de lo que tienen enfrente, pero su burla termina con un presagio.
El asesinato va a llegar. Lizbeth sigue su reclamo sin imaginar que su jefa y amiga Ericka va camino a la muerte solo por buscar justicia con sus manos.
El pasajero de una moto capta la escena. Ericka está sola. Se ha separado de su amiga. Es la última imagen con vida de la empresaria frente a esta moto roja que la policía ha corroborado que fue alquilada por un ciudadano venezolano.
Ericka Hernández desapareció y 2 horas después su cadaver fue hallado en un descampado en las afueras de Ica.
Ericka Hernández, calculan los peritos, dejó de existir alrededor de las 8 de la noche. Como solo se ve en las películas sobre temibles mafias, Ericka fue prácticamente ejecutada, de rodillas.
Según el protocolo de necropsia, el disparo a la técnica en enfermería fue en el rostro. La herida, “en forma ojival, presenta coloración negruzca en sus bordes”. Sin duda, se trata de “una lesión que corresponde a todo orificio que deja el ingreso de un proyectil de arma de fuego”. La quemadura en el pómulo denota que quien disparó lo hizo muy de cerca, casi al borde de la piel.
El criminal se colocó a la izquierda de Ericka, según revela la trayectoria de la bala. Ericka tenía la cabeza semiagachada con el arma pegada a ella, por lo que el disparo tuvo una “ligera desviación de abajo hacia arriba, desde el rostro hacia atrás”.
La necropsia, revela más información sobre este macabro e injusto final. Se han encontrado “múltiples fracturas en la base de cráneo”, lo que se suma a la “laceración en la masa encefálica”. Lo que el papel soporta, no es soportable para el ser humano.
La noche del crimen fueron capturadas las venezolanas Braysmary Lugo y Eidelyn del Valle, ambas de 19 años y con apenas meses en Ica. Ambas han sido ya llevadas a un penal mientras se establece el juicio. La menor de 16 está en un centro juvenil de Ica. Según testigos, ella apuntó con un dedo a la cabeza de Ericka diciéndole no sabes con quién te has metido.
A Braysmary Lugo, en contra de su voluntad, se le ha abierto el celular donde se han hallado pruebas que la vinculan con el presunto asesino.
A ellas, parece causarles gracia el hallazgo, hasta que se escucha que su celular también tiene imágenes de Ericka.
En Ica, el ataúd de Ericka fue llevado por las calles y llegó a la plaza, con gente rabiosa por el incremento y el nivel de crueldad de los nuevos actos criminales. Mientras Ica clama por mejores estrategias y más policías en las calles, Cuarto Poder encontró a su jefe policial celebrando a lo grande la entrega de una moto.
La verdad es que el trabajo está lejos de concluir. A pesar de que ha sido identificado, al momento no se ha capturado al hombre que aparece en la última imagen de Ericka y quien sería el que la ejecutó en el descampado.
La voz de madre ha puesto el dedo en la llaga. Según migraciones, al cierre del 2022, Perú tenía más de 1 millón 122 mil venezolanos. Más del 60% vive en situación irregular. Por la vía administrativa, por Migraciones, se les podría expulsar.
Las venezolanas al momento detenidas por el asesinato de Ericka podrían también ser expulsadas, pero necesariamente después de cumplir su pena en caso sean condenadas.
No hay ley ni sentencia que calme el llanto de una madre y no hay ley ni sentencia que contenga el sufrimiento de un hijo. Ericka Hernandez ha dejado a su niño de 7 años preguntando por ella, sin entender aún la magnitud de esa ausencia que lo perseguirá el resto de su vida.
En escena, es inevitable preguntarse cómo la gresca, cómo el secuestro de Ericka pudo ocurrir en hora punta y en medio de la ciudad, sin una sola autoridad que evitara que Ericka llegara hasta aquí para ser asesinada.