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27.02.2023

La frontera entre Perú y Bolivia convertida en un lugar aislado y sin ley

Video: Cuarto Poder

Los piquetes en la frontera que separa al Perú y Bolivia han convertido a Desaguadero en una ciudad fantasma

Esta es la historia de un viaje hacia Puno, en el corazón del Perú, que, paradójicamente, inicia saliendo del Perú. ¿Por qué debemos volvernos forasteros furtivos para poder entrar a nuestro propio país?

Nuestra primera parada es el terminal interprovincial de la ciudad de el alto, muy cerca del aeropuerto internacional de la paz, aquí en Bolivia, y vamos a dirigirnos hacia desaguadero, que está a una hora y media de acá, el cual es nuestro destino para poder ingresar a Perú siendo peruanos.

El lago Titicaca nos enseña el camino de regreso a territorio patrio. Cerca de allí, la región Puno se encuentra amurallada por piquetes que impiden acceder a ella: ingresar por Bolivia - aunque suene absurdo - es la opción más lógica.

Poco más de mediodía y hemos llegado a la ciudad de desaguadero, en Bolivia. Vamos a internarnos en este lugar y vamos a ver qué nos depara el paso fronterizo.

Para ingresar al Perú, vía Desaguadero, lo usual solía ser cruzar un pequeño puente. Hoy, dicho pase se encuentra tomado por un puñado de peruanos que imponen su propia ley. Nadie entra o sale sin su autorización.

Los piqueteros dicen representar el clamor de toda la región Puno, pero hay compatriotas - tan aimaras como ellos – que no opinan lo mismo.

Irma Rodríguez vive de la comercialización de mercancías entre el Perú y Bolivia. Para ella sería fatal que el bloqueo de la frontera dure indefinidamente. Según Irma, son siete comunidades de Desaguadero las que promueven el paro en la ciudad. El problema, dice, es que la protesta impide que el resto trabaje.

Desaguadero es el nombre de dos localidades vecinas, una ubicada en Perú y la otra en Bolivia. Es la frontera más transitada entre ambos países. O al menos lo era hasta hace solo dos meses.

Nelson Huamán es boliviano y cada mañana se para fuera de su bodega con la esperanza de un milagro que llene las calles de Desaguadero. Lo que era una frontera viva se ha convertido, prácticamente, en un pueblo fantasma donde ni siquiera es fácil hallar un sitio donde almorzar.

Debemos comer lo que hay y pronto, pues debemos llegar al otro puente que une a Bolivia con el Perú, un amplio corredor que todos llaman ‘el puente internacional’ y que, desde el inicio de los bloqueos en Puno, es el único punto de Desaguadero por donde se puede cruzar la frontera al menos a pie.

Los pocos taxistas que quedan en el lado boliviano se dedican a llevar pasajeros, justamente, al puente internacional. Para ellos, este increíble desfile de camiones varados es parte del paisaje.

Lo que vemos aquí no es un parqueadero de camiones, sino que es la ruta que lleva desde desaguadero, en Bolivia, hacia Puno, en Perú y es una fila inmensa de dos kilómetros que está compuesta por camiones que llevan materiales de construcción, alimentos – que deben estar en pésimas condiciones – y todo tipo de mercaderías que no pueden cruzar a territorio peruano y que, en este punto, quedan abandonados por sus choferes, justo en el ingreso a territorio peruano.

Este paso fronterizo, comúnmente inundado por el rugir de grandes motores, se nos presenta totalmente desolado. Parece un escenario postapocalíptico porque vemos que no hay flujo de personas, no hay flujo vehicular, está todo desierto en la frontera.

Caminando nos cruzamos con Rubén, un argentino que viajó con su familia al Perú a finales del año pasado sin imaginar que quedaría atrapado en medio de nuestra crisis.

Rubén, de esposa peruana, viajó en auto desde Buenos Aires hasta Ayacucho. Pasó por Bolivia, pero, debido al paro, no puede hacer la misma ruta de regreso. De haber sabido que la frontera estaba bloqueada, Rubén habría regresado a su país por Chile. En Desaguadero, no tiene forma de que Perú certifique su salida.

En medio de su desorientación, y a falta de autoridades migratorias peruanas en Desaguadero, Rubén busca respuestas en cualquier uniformado boliviano. Llegó al extremo de suplicarle a los manifestantes del puente peatonal que lo dejen pasar con su camioneta.

Finalmente, Rubén se resignó a dar media vuelta. Tardará otro par de días en salir del Perú vía Chile. Aun así, sus vínculos con nuestro país siguen intactos. Por la noche, Desaguadero es todavía más lúgubre. No hay ni siquiera taxis que te lleven por el camino correcto al puente internacional.

Al día siguiente fue nuestro turno de vivir la odisea de los que pasan la frontera por obligación: sabíamos la ruta, pero no que los improvisados jefes de migraciones le habían puesto precio al salvoconducto.

Acabamos de cruzar a territorio peruano. Algunos comuneros se han dado cuenta de que mi camarógrafo Elmer tenía el celular en la mano. Han gritado que se lo quiten. No ha pasado a mayores. Sin embargo, se empieza a sentir la tensión.

Ver mototaxis nos hace sentirnos un poco más en casa. A bordo de una, vadeando una serie de piquetes extintos, llegamos al centro de la parte peruana de Desaguadero.

En la ciudad hay más movimiento que del lado boliviano, pero también hay negocios cerrados. El mercado central funciona todos los días, pero no completamente abastecido. Se nota que la ciudad es un punto prácticamente aislado del mundo exterior.

Este es el primer piquete que encontramos en Desaguadero que impide el paso hacia las ciudades de Puno y Arequipa. Por esta carretera tampoco hay tránsito vehicular. Se tiene que circular solo en moto. E incluso, el camino que conduce hacia Moquegua y Tacna también está bloqueado en diversos tramos.

La comisaría está inoperativa, a la escuela del pueblo no llegan aún los materiales educativos, y cualquier presencia del estado es nula.

Estamos yendo hacia el bloqueo, del lado peruano, por el puente por el que no hay pase de ninguna manera lo que vamos a poder lograr es ver el bloqueo más duradero en suelo peruano.

Por precaución, grabamos de lejos nuestro acercamiento a la barricada: Preguntamos primero por la manera más segura de salir de Desaguadero. La mujer que me habla parece ser la encargada de coordinar al grupo ese día. La vemos en esta toma llevando la voz campante del piquete.

Nos acercamos a ella - presentándonos como periodistas peruanos - una vez que regresamos al lado boliviano, vergonzosamente guarecidos por una reja. El rechazo a la presidenta Dina Boluarte es marcado, pero nos sorprendió que en esta parte del país el pliego de reclamos de los manifestantes tenga una agenda tan propia. Nuestra entrevistada nunca respondió si dieran la chance de dejar trabajar a quienes viven del día a día. Tampoco nos dio su nombre. No nos ve como compatriotas, sino como sus enemigos.

Con una frontera por donde solo se puede transitar a pie, la búsqueda de nuevas rutas se hace imprescindible. El último lunes, Migraciones Perú abrió un puesto de control en Tilali, localidad que está a tres horas de Juliaca. Sin embargo, la salida que más acogida tiene - por ahora - está a orillas del lago Titicaca.

Tras un viaje de cuatro horas desde el terminal terrestre de El Alto - que incluye cruzar a bordo de un trasbordador el milenario lago - los viajeros llegan a la localidad limítrofe de Kasani. Aquí - por ochenta soles - se consiguen lanchas que, luego de cinco horas de viaje, llegarán a Puno.

Si hay salidas a Puno, ¿hay un puesto de migraciones peruano funcionando en esa ciudad? Esta y otras preguntas nos quedaron pendientes cuando, en medio de una avalancha de turistas, un hombre nos obligó a dejar de grabar.

Todo indica que este lugar es un intento privado por mantener vivo el turismo en Puno. Pero, a su vez, sirve para que muchos peruanos logren volver al país sin los riesgos de la caminata en el altiplano. Sin embargo, si empezamos a ver el contrabando de pasajeros como una solución, es porque la crisis que nos agobia se ha convertido en un viaje lento y sin paradero final a la vista.

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