Zapatero denunció 5 veces extorsión y asesinaron a su hijo
Don Sebastián pidió ayuda por un año. Su hijo Max fue asesinado tras ignorarse sus denuncias en San Juan de Lurigancho.
La tragedia golpeó a la familia Camacho de la manera más cruel. Max Camacho Vargas, de 36 años, fue asesinado a balazos cerca de su vivienda en el asentamiento humano UPIS Huáscar, en San Juan de Lurigancho, luego de que su padre denunciara durante meses amenazas de extorsionadores.
A pesar de haber acudido en cinco ocasiones ante diversas instancias policiales y judiciales, nunca recibió protección. La impunidad fue el preludio de un crimen anunciado.
Sebastián Camacho, zapatero de profesión y padre de la víctima, recibió mensajes y audios intimidatorios desde mayo del año pasado. Los extorsionadores exigían el pago de 10 mil soles bajo amenaza de matar a uno de sus hijos.
Las advertencias se tornaron cada vez más específicas, indicando con detalle sus rutinas y los lugares donde trabajaban y estudiaban los miembros de su familia. En agosto, dejaron un sobre con amenazas bajo la puerta de su vivienda.
“Te doy hasta las 3 de la tarde para que respondas, o dejo tirado a cualquiera de tus hijos”, decía uno de los mensajes.
El 27 de agosto, los delincuentes cumplieron su palabra. Max, quien ayudaba a su padre en el taller de calzado, fue interceptado por un sicario que le disparó seis veces por la espalda cuando regresaba a casa. A pesar de que aún estaba con vida cuando su hermana lo encontró, murió poco después sin que nadie pudiera hacer nada.
Don Sebastián había presentado denuncias ante la Dirincri, el Ministerio Público y comisarías de San Juan de Lurigancho. Asegura que su situación fue ignorada por todas las autoridades. “Dijeron que matarían a mi hijo y lo hicieron”, declaró entre lágrimas.
El sueño de convertir el taller familiar en una empresa formal se apagó con la muerte de Max. El joven, considerado el brazo derecho de su padre, era parte esencial del negocio que ambos levantaron durante años.
Su asesinato no solo ha dejado un vacío en la familia, sino que también ha puesto en evidencia una vez más la falta de respuesta del Estado ante casos de extorsión.
El dolor, la impotencia y la ausencia de justicia marcan hoy los días de Don Sebastián, quien permanece en su taller, rodeado de zapatos, máquinas y silencio. Aquel silencio que quedó tras la partida de su hijo, una víctima más de la violencia y de la indiferencia.