Piedras en el camino: un viaje hacia el corazón del conflicto
Una 'tregua silenciosa' ha permitido que los camiones con alimentos y medicinas puedan llegar a sus destinos
Avanzamos entre las bellas y abrasadoras dunas de Ica hacia un barrio igual de caliente. Hablamos del famoso Barrio Chino. Pero el único estruendoso ruido que por ahora se escucha viene de este altavoz que lanza ofertas de trabajo en los fundos.
Esta semana, dos mil policías, mil militares, tanquetas y un helicóptero entraron a Barrio Chino y tomaron el control. Cuentan que los manifestantes corrieron, como lo hacen ahora las decenas de jóvenes que pelean por el trabajo negado durante los 10 días de bloqueo.
Rosmery, al igual que otros jóvenes, gana un promedio de 62 soles por jornal. Puede ser más, pero vaya que costará. Dejamos a los trabajadores de Ica yendo a los fundos donde, como muchos otros, vuelven a buscar el sustento. Al entrar a Nazca nos llegaron malas noticias de la ruta por la que debíamos pasar para llegar a Cusco.
Hay dos hipótesis: Los manifestantes dinamitaron el cerro o es un desborde provocado por la lluvia. Desde la costa las nubes negras tampoco dan un buen augurio. Pero nuestro optimismo fue demasiado inocente.
La intensa lluvia que no paraba y la amenaza de encontrar un bloqueo en cualquier momento complicó muchísimo el camino hacia el sur de la región Ayacucho. Llegamos a Puquío y para nosotros llovía (aún más) sobre mojado. Al día siguiente sucedió lo temido.
Acercarse a los manifestantes es un riesgo obligatorio. Donde vamos nos identificamos. Mentirles es burlarnos de ellos y esa nunca es la idea. Registramos nuestro encuentro para dejar constancia del dialogo y cubrimos sus rostros porque no desean participar del reportaje. Nos dejaron grabar con esa condición y así la cumplimos.
El bloqueo durará varias horas, tiempo interminable para los choferes de carga como Javier Castro que, literalmente, vive hace 18 días en este camión. En este punto los manifestantes no pasan de 15 personas. Los choferes son muchos más en número, pero no quieren violencia y no les queda más que tragarse la bronca y esperar.
Varios de ellos se han hecho paso con sus propias manos. Sacando las piedras del camino cada vez que los manifestantes daban unas pocas horas de tregua. Para la mayoría de los choferes con los que hablamos hay una única solución. Pero, por desgracia, peores e indignantes escenas suceden ante nosotros.
Antes de partir, vemos como los vendedores prefieren cerrar temprano porque la marcha empezará en pocos minutos. Los manifestantes no son muchos, pero ellos tampoco quieren problemas. La salida hacia el sur está libre, logramos avanzar gracias al mal clima y no es una ironía. El frío se introduce en los cuerpos y quiebra al más aguerrido de los huelguistas que, por ahora, no les ha quedado más opción que abandonar sus puntos de bloqueo, dejando libre la vía y la hermosa helada de la puna ayacuchana que nos despide. Esas secuelas del conflicto aún huelen a quemado y están en el camino.
Estamos en Aymaraes, una de las siete provincias de Apurímac. Pasamos por la zona que un día atrás había sido bloqueada y que vimos en un video cuando estábamos en Nazca. Es el sector de siete vueltas. La policía llegó, abrió un carril y se fue. No pueden hacer más, en la comisaría de carreteras de Chalhuanca, el pueblo más cercano, sólo hay 15 efectivos y desde Lima el comando no ha mandado refuerzos.
Nos quedaremos en Chalhuanca, el pequeño y hermoso pueblo, que vio nacer a la actual presidenta del Perú y que, de momento, parece estar en tregua más por necesidad que por convicción. Los alimentos han llegado. Los camiones que dejamos en Puquio lograron pasar en la madrugada para abastecer a los chalhuanquinos.
La gente que llega al pueblo para abastecerse regresa a sus distritos en colectivos. Uno de esos antiguos autos es de Nicanor Boluarte, primo hermano de la presidenta Dina Boluarte, que nos recibe con mucho miedo. Le pedimos que nos lleve a la casa donde vivió su prima y accede. Ponemos una breve declaración de él para dejar constancia del peligro que dice correr, pero cubrimos su rostro por su seguridad.
El señor Boluarte nos dejó en la casa y prefirió irse rápido. Contó que cuando las protestas empiezan toda la familia se pone a buen recaudo, como lo hace ahora. En la casa nos recibe la señora Janet. Vive aquí desde hace 2 años. Es inquilina de los Boluarte. Cuenta que el hermano de la mandataria, Saúl, padre de Nicanor, es quien le alquila la casa.
Las paredes de quincha y adobe es lo que queda de la construcción original. Los familiares y vecinos cuentan que Dina Boluarte vivió aquí con su padres y dos hermanos. Lo hizo desde que nació en 1962 hasta terminar la secundaria. Desde ahí muy pocos la recuerdan. Sin embargo, su casa es un símbolo que rodea la mente de algunos de sus paisanos. Es hora de irnos. Los bloqueos se siguen relajando y hay que aprovechar.
En Cusco, los camiones con alimentos que se abren paso en la carretera aún no llegan y eso ha provocado más de un roce entre manifestantes y otros cusqueños en contra. Por suerte, al entrar a Abancay hay un signo de esperanza. Los comercios vuelven a funcionar, los camiones han logrado llegar de Lima y de Cusco. Parece posible llegar a nuestro destino.
Con la ayuda de las luces artificiales y naturales sorteamos cerca de 33 bloqueos abandonados. Se vive una especie de tregua silenciosa que el desabastecimiento a forzado.
Al llegar a la ciudad parece una noche cusqueña más, pero todos saben y sabemos, que esta "normalidad", será efímera.