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    Ollas comunes en Perú: El serio riesgo que enfrentan ante la situación económica actual

    Según la Municipalidad de Lima, solo en el mes de agosto casi 60 ollas comunes desaparecieron de la capital

    En Lima existen hoy 1857 ollas comunes. Foto: Cuarto Poder

    En lo más alto de San Juan de Lurigancho, se encuentra la olla común de la Agrupación Familiar Las Tres Regiones, que, como muchas, viene sobreviviendo por su capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias y a la generosidad de distintos aportes solidarios. Pero otros fogones comunales no tuvieron la misma fortuna y desaparecieron este mes, debido al alza de precios que se registra en el país.

    Según la Municipalidad de Lima, solo en el mes de agosto casi 60 ollas comunes desaparecieron de la capital, debido a que no pudieron asumir el alza de precios de productos como el pollo, el aceite, las verduras de estación y porque tampoco alcanzaron las donaciones. 

    En el resto del país, decenas de iniciativas similares están paralizando sus actividades. Si para las amas de casa de la clase media ha sido un duro golpe, imagínese el látigo que recibieron los que menos tienen.  

    En medio de la inestabilidad económica actual, en Lima, 240 mil personas dependen de estas iniciativas solidarias, que se convirtieron en la mejor defensa para luchar contra el hambre. Sin embargo, las medidas que viene tomando el gobierno de Pedro Castillo, lo único que han logrado alimentar es el miedo de la población.

    En un afán por reactivar la economía, la inclusión del gas licuado de petróleo en el fondo de estabilización de precios se reflejó en los últimos días en un alza nunca antes vista.

    No solo el balón de gas, tan necesario para cocinar en millones de hogares, incrementó su valor en un 30% (aunque su costo se viene acomodando en los grifos), los precios del GLP varían asimismo cada día. Su volatilidad es casi tan grande como la del precio del dólar.

    En las ollas comunes, la leña se ha hecho indispensable para la elaboración de platos de bajo costo, valor nutritivo y larga cocción, como las menestras. Afortunadamente, incansable es también el afán y a creatividad para seguir solventando a estos fogones colectivos en los distintos rincones de la ciudad, donde el hambre no perdona.

    Con esta donación, la iniciativa “Comida para todos” generó un círculo virtuoso que comienza con la compra de insumos a pequeños productores y contratando luego a algunos huariques del Centro Histórico de Lima a punto de quebrar por la pandemia, para que cocinen y proporcionen alimento a 14 ollas comunes de San Juan de Lurigancho. La Asociación Las Limeñitas, por ejemplo, un grupo de mujeres valientes unidas por haber sufrido en carne propia el maltrato femenino, hoy apoyan con sus habilidades culinarias.

    En Lima existen hoy 1857 ollas comunes, en el Callao 229, en La Libertad 121, en Junín 94 y en Arequipa 55, por mencionar las regiones con el mayor número de estos fogones colectivos, solidarios, que cada mes distribuyen más de 2 millones 800 mil raciones de comida. Como contraparte, son numerosas las que cada semana dejan de funcionar por falta de recursos. 

    Mucho se ha hablado también en los últimos días respecto a las casi 60 toneladas de alimentos que se desechan en el Gran Mercado Mayorista de Lima. Verduras que aparentemente se encuentran en buen estado, pero que, según sus autoridades, ya no son aptas para el consumo humano.

    Sin embargo, otras iniciativas como la del Banco de Alimentos, reúnen diariamente toneladas de comida que atacan directamente el hambre en la población más pauperizada y que la pandemia ha convertido en legión.