Minera Poderosa advierte "situación crítica" ante arremetida de la minería ilegal y el crimen organizado
La minería ilegal avanza en Pataz, poniendo en jaque a la minería formal a punta de extorsiones y muerte
La distancia entre Trujillo y Pataz es de 326 kilómetros, pero en avioneta el viaje demora no más de 35 minutos. Ya en tierra lo primero que se ve es este paisaje que es parte de Chagual, uno de los trece distritos que conforman la provincia de Pataz.
Los cerros y la vegetación, además de un hermoso cielo claro, pueden generar la sensación de que nos encontramos en el paraíso. Sin embargo, estas tierras, hace una semana, se convirtieron en un auténtico infierno cuando la minera Poderosa fue el escenario de la masacre de nueve de sus trabajadores.
Del aeropuerto a las instalaciones de la mina hay una hora de viaje. Esta semana, un equipo de Cuarto Poder llegó hasta el lugar de los hechos para averiguar qué pasó realmente en uno de los socavones de la minera Poderosa.
De los dos campamentos que tiene, la zona productiva de Santa María es el más grande de la minera. Ubicado en las faldas de la montaña, es un lugar estratégico para penetrar las rocas, formar los socavones y extraer el oro.
Sin embargo, esta ubicación no es del todo ventajosa. La zona minera está rodeada de pueblos y los socavones de la mina atraviesan por debajo del distrito de Pataz. Esto implica una convivencia permanente con los mineros ilegales.
Poderosa realiza excavaciones para llegar hasta las vetas que contienen oro. Logran esto a través de rampas que les permiten acceder a los puntos de explotación. Sin embargo, en los últimos años los mineros ilegales ingresan a sus socavones para robar el mineral.
Para poder ingresar a las instalaciones de Poderosa hay que realizar trámites de comprobación de identidad y exámenes médicos.
El movimiento de la camioneta nos da una idea de lo difícil que es avanzar por este camino. Sin embargo, la estructura peligrosa y, la escasez de oxígeno y agua, dejaron de ser los principales peligros con los que tiene que convivir un trabajador en la mina. Las balas y explosiones tomaron ese lugar.
Como sucede habitualmente, el pasado viernes uno de diciembre, los agentes de vigilancia realizaron cambio de turno a las 10 de la noche. Listos para trabajar toda la madrugada, los agentes empezaron a relevar a sus compañeros en los diferentes puntos de control. Horas más tarde comenzaría la pesadilla.
Los delincuentes se atrincheraron en ese punto durante tres horas. A las cuatro de la mañana liberaron a un agente de seguridad para que vaya a buscar a uno de los ingenieros encargados y de esa forma iniciar una negociación para supuestamente liberar a los otros vigilantes que habían tomado como rehenes.
Sin embargo, a la par que hicieron esto, comenzaron a quemar llantas para dificultar aún más la visibilidad y respiración de los demás agentes de seguridad que se encontraban en otro punto, unos 200 metros más allá.
La fuerza de la explosión fue tal que el ruido se escuchó incluso fuera del socavón. Es en ese momento que los agentes de seguridad ubicados afuera decidieron ingresar. Los rastros del atentado quedaron por todas partes, incluso hasta hoy y son una muestra clara de la magnitud de lo ocurrido.
Los mineros ilegales, mientras más temor infunden a los trabajadores de Poderosa, más avanzan en los socavones. Si logran apoderarse de más territorio; por ende, también se roban más oro.
El llanto y dolor de los familiares de los 9 trabajadores asesinados por los mineros ilegales lamentablemente no es la excepción, sino la regla.
Antes de este atentado, en el último año y medio, Poderosa ya había sufrido la pérdida de siete trabajadores a manos de la delincuencia.
Las causas de los asesinatos son desde robo, sicariato hasta los motivos más inverosímiles.
Walter Díaz, gerente del sistema integrado de Poderosa, cuenta que antes de la pandemia del covid-19 el índice de delincuencia era mucho menor. Sin embargo, a partir de finales de 2021, todo cambió principalmente por un motivo.
Muy cerca de la unidad productiva Santa María de Poderosa, a sólo 10 minutos, está el distrito de Pataz.
Llaman la atención los grandes edificios de entre 12 y 15 pisos que corresponden a negocios como hoteles y restaurantes para un lugar que no sobrepasa los tres mil habitantes. Además de ser una zona, donde ese tipo de servicios no son demandados; ya que, la mayoría de habitantes residen en el lugar.
La gran mayoría del tiempo, estos hoteles y restaurantes permanecen vacíos.
A raíz de la masacre en el socavón, unidades de la PNP como DINOES, GRECCO y seguridad ambiental han llegado a la zona para realizar operativos.
Recibieron el dato de que la mayoría de los mineros ilegales se encuentran específicamente en el distrito de Pataz y decidieron realizar diferentes recorridos de supervisión y recopilación de datos. Se busca a quienes tienen antecedentes policiales.
Pero la llegada de la policía no impide que esta zona de la sierra de La Libertad siga siendo una tierra de nadie. La gente muere o desaparece y nadie se da por enterado.
En una combinación de tristeza, frustración y resignación, sobre esta mesa Rocío Arteaga coloca las fotos de su hijo. Lo único que le queda de él.
Jefferson Hilario Artega es un ingeniero que trabajaba en una empresa contratista de Poderosa. Lleva cinco meses desaparecido y a nadie parece importarle.
Hasta el momento no se ha encontrado a los responsables de la masacre. Los detenidos el mismo día no tenían implicancia en el caso. El tiempo nos dirá si esta historia será el punto de partida para un cambio o quedará solo como una muestra más de cómo la minería ilegal está poniendo en jaque a la minería formal a punta de balas y muerte.