Caos en Huanta: Población exige sentencia a responsables del asesinato de joven
La liberación de los acusados del homicidio generó disturbios contra sedes judiciales y fiscalía. La familia vive el drama de la pérdida de un hijo a manos de sus propios amigos.
Huanta ha vivido 48 horas en un ambiente de violencia y convulsión que no se veía en años. En dos días se han quemado o atacado las sedes de la fiscalía, la policía y módulos del Poder Judicial.
La población ha enfurecido, dice que aquí, los violadores y los asesinos están siendo liberados y que, en vez de justicia, se vive en impunidad.
Entre los vecinos está la familia de Daniel Quispe, un joven de 18 años cuyo homicidio y posterior liberación de los autores confesos del crimen han sido la razón para que la población arda en indignación.
La tarde en que a Daniel Quispe Bautista lo reportaron como desaparecido, él ya había sido asesinado, apuñalado y enterrado por sus propios amigos. Frente a su propia casa, se ejecutó el crimen. Augusto y Delfina, los padres, repasan día a día el lugar con las huellas de la sangre derrama por su hijo.
Daniel, de 18 años, había salido la noche del viernes 25 de noviembre a tomar licor y escuchar música con un grupo de vecinos de este centro poblado llamado Aycas, en Huanta, Ayacucho. Para la madrugada del sábado, el alcohol metílico mezclado con el resentimiento por un celular perdido hizo que se iniciara una discusión entre él y sus dos amigos de 16 y 17 años.
La violencia de palabras escaló en amenazas de muerte. Daniel los habría retado a pelear y uno de ellos, precisamente a quien consideraba su mejor amigo, no dudó en levantar un cuchillo y herirlo en el cuello, según su propia confesión.
El otro muchacho presente, de 16 años, lejos de detenerlo, tomó la batuta e incrustó el arma blanca en el cuerpo de Daniel una y otra vez, pese a sus pedidos de piedad, de dejarlo vivir. El domingo, con el hijo sin llegar al hogar ya dos días, doña Delfina viajó hasta Huanta para buscar en la policía algún tipo de ayuda.
Con Delfina denunciando en Huanta y el rumor de la búsqueda, los dos jóvenes aprovecharon para sacar el cuerpo y procurar desaparecerlo. Para el lunes, con la presión de los vecinos y la policía encima, el exmejor amigo de Daniel se quebró y decidió confesar.
Las imágenes de su rostro, que debemos censurar por su edad, son tan contradictorias y absurdos como lo que fue capaz de hacer.
Para la tarde de aquel lunes, la policía ya tenía un caso cerrado. Un adolescente de 15 años como testigo y los 2 menores de 16 y 17 detenidos y confesos. Pero, al cerrar el día, el fiscal Jesús Tineo dio un giro al expediente y dispuso la liberación de los menores, los mandó a casa con sus padres.
El entierro del miércoles, la multitud ahí, fue solo el preludio de lo que estaría a punto de suceder. Primero se contaron en decenas, luego en centenas las personas rodearon la fiscalía de Huanta, la quemaron, la destruyeron por fuera y por dentro.
Funcionario que fuera encontrado, corría peligro de ser linchado. Dentro de la fiscalía, los expedientes volaban en calidad de casos perdidos. Aunque la policía cumplió su labor de detención, la población tampoco perdonó.
El viernes 02 de diciembre no fue mejor. Huanta amaneció en paralización convocada por grupos sociales. Las dos sedes judiciales fueron punto de ataque, pese a que el caso de Daniel Quispe, en realidad, nunca había llegado a este fuero.
A la policía le ha llamado la atención la naturaleza de este segundo día de ataques. Ya no eran solo pobladores indignados, eran personas con explosivos artesanales. La presidente del Poder Judicial, Elvia Barrios, llegó hasta Huanta en un gesto que la población también habría esperado de su par, la Fiscal de la Nación, Patricia Benavides, o de alguna alta autoridad del organismo.
Mientras Cuarto Poder hablaba con don Augusto y su esposa, un abogado de oficio lograba por fin que el sistema lograra una orden de detención y traslado de los que acabaron con la vida de su hijo a un centro de menores en Huancayo.