Hoy:

    Antenas de internet informales permiten a los presos continuar sus fechorías desde el penal

    A pesar de los bloqueadores de señal, el ‘ingenio’ y corrupción dentro y alrededor de los penales permite a los internos acceder a internet y llamadas no fiscalizadas por las autoridades

    Video: Cuarto Poder

    El penal Miguel Castro Castro es un reclusorio que, pese a estar asentado sobre un terreno de casi 5 hectáreas, resalta por su abrumadora sobrepoblación carcelaria.

    Actualmente, más de cinco mil internos purgan prisión repartidos en sus doce pabellones. Pero estar aquí, para muchos de ellos, no es lo mismo que vivir incomunicados.

    En 2021, América Noticias reveló que los reos del penal Castro Castro alquilaban celulares para usar las redes sociales o para hacer todo tipo de llamadas hacia el exterior.

    Desde entonces, las requisas al interior del establecimiento penitenciario son constantes y dan como resultado el hallazgo de teléfonos y todo tipo de transmisores ilícitos.

    Se ha llegado a comprobar que, con total desparpajo, los reclusos fabrican captadores de señal de internet dentro de sus celdas. En los últimos dos años, más de 20 de estos routers quedaron incautados, pero ni siquiera los decomisos impiden que los presidiarios usen libremente el wifi que les plazca.

    Y es que el ingenio y la corrupción parecen no tener límites. Los routers se han convertido en aparatos vitales para los presos porque han conseguido tener todo un sistema que les permite sacarle la vuelta a los bloqueadores del penal y hablar por celular como si estuvieran en su casa. 

    Diversas inspecciones a los lugares aledaños al penal han descubierto estas antenas de wifi colocadas estratégicamente en zonas aledañas apuntando a los pabellones de Castro Castro, que, sumadas a estas otras antenas de televisión ubicadas en los techos de los pabellones, parecen ser la combinación perfecta para que diferentes señales de wifi con la potencia adecuada ingresen al penal burlando los bloqueadores que sólo protegen hasta una altura de 10 metros. 

    Eduardo Requejo trabaja para PRISONTEC, empresa que tiene a su cargo el bloqueo de señales en 33 penales del país, incluido Castro Castro, en San Juan de Lurigancho.

    Según este ingeniero, la instalación de antenas emisoras en los cerros contiguos al penal hace posible que ciertas señales sobrepasen la potencia de los bloqueadores.

    Durante sus trabajos de campo, personal de PRISONTEC ha identificado antenas alrededor del presidio, algunas de ellas con capacidad para enviar wifi hacia la cárcel, donde, como vimos, receptores y celulares se usan sin mayor problema entre los pabellones.

    En la parte alta de uno de estos cerros, encontramos dos antenas en una misma casa. Según la propietaria, un hombre le paga por usar ese terreno como punto de captación y retransmisión.

    Celia asegura que un empresario la contactó en tiempos de pandemia y le ofreció, además de los cien soles cada mes, internet gratis para que sus hijos reciban clases virtuales sin dificultad.

    Preocupada de que su nombre se vea manchado por un hecho totalmente ilegal, Celia llamó al dueño de las antenas, quien nos contó que su negocio se basa en revender la señal de internet que él le paga a una empresa formal.

    Pero más allá de esta evidente informalidad, está lo potencialmente delictivo. Y es que la señal que Jhon Raymundo dice enviar a sus clientes de cerro a cerro cruza el penal, donde existen un número considerable de antenas de televisión que permitirían que los internos hagan llamadas no fiscalizadas por las autoridades judiciales.

    Otra de las antenas identificadas por PRISONTEC la hallamos en una agrupación familiar que se asentó al costado del penal Castro Castro, pese a que una ley de 1994 decretó que no se puede construir viviendas o edificios a menos de 200 metros a la redonda de cualquier cárcel del país.

    Fidela Huasacca cuenta que cada mes le paga 50 soles a Yessenia Bocanegra Ragas por servicio de internet. El hijo de Yessenia es ingeniero de comunicaciones y, aunque no logra sustentar la formalidad de su negocio familiar, sí asegura que la antena en casa de Fidela nunca emitió wifi con dirección al penal.

    Pese a ello, Fidela tuvo que reubicar su antena. El último 24 de marzo, una comitiva de policías y procuradores del INPE le advirtieron sobre el potencial riesgo de su señal de internet, y sobre su ubicación en zona intangible.

    Pero la informalidad no es lo único que ronda por fuera del perímetro del penal. Los vecinos de Fidela relatan que este hombre llegó a su asociación el pasado 18 de marzo buscando ventanas donde instalar, previo pago de por medio, emisores que apunten directamente hacia la prisión.

    Junto con el ingeniero especialista de PRISONTEC, recorrimos los alrededores del penal Castro Castro y encontramos antenas que podrían resultar peligrosas.

    En esta vivienda, permanece instalada una antena que apunta directamente a los pabellones y nadie parece tener la capacidad de fiscalizarla.

    Cerca del penal Castro Castro se encuentra el penal de máxima seguridad de Lurigancho, cuyos problemas para bloquear las comunicaciones son bastante similares.

    En los cerros aledaños a esta prisión, tras subir una empinada escalera, logra verse la antena de la familia Yauli. Molly, de 19 años, poco o nada dijo saber sobre su origen.

    Hace un mes, se detectaron señales de internet que burlaron los bloqueadores tanto en Castro Castro como en Lurigancho. En ambos casos, el ministerio de Justicia le ha pedido a PRISONTEC que haga lo necesario para bloquear estas emisiones en los pabellones. Pero nada garantiza un cese en el bombardeo de wifi, más aún si compañías informales pululan por la zona vendiendo internet al postor más urgido, y tampoco parecen existir restricciones para la colocación indiscriminada de antenas en los techos del penal.

    Los bloqueadores de señal se instalaron para frenar las extorsiones gestadas en los penales del país. Pero mientras las normas no se acaten a cabalidad seguiremos expuestos a las llamadas y mensajes de personas que, en muchos casos, en vez de purgar condena, tienen todo al alcance de la mano para perseverar en sus fechorías.