Hoy:

    Alejandro Toledo: El camino que lo llevó de Palacio de Gobierno al penal de Barbadillo

    Tras muchos años dilatando su extradición, el expresidente tiene 18 meses en prisión para reflexionar sobre la tentación del poder, los excesos y el dinero

    Video: Cuarto Poder

    El exvicepresidente, David Waisman, ha esperado este momento por 17 años. Hace dos semanas, hizo público su deseo en Cuarto Poder y hoy va camino al aeropuerto para confrontar al hombre que, como él dice, estafó a un país.

    El expresidente Alejandro Toledo está a minutos de volver a pisar el Perú. La tierra que gobernó y la que lo vio nacer hace 77 años. Waisman vigila el viaje de su examigo. En este momento, el vuelo 535 de Latam sobrevuela a la altura de Ancash, región que entre sus montañas guarda decenas de pueblos olvidados. En uno de ellos, tal vez en uno de los más pobres, vivió sus primeros años el exmandatario.

    Los Toledo migraron a Chimbote. Ahí su padre fue albañil y su madre ama de casa. El pequeño Alejandro jugaba fútbol, pero sobre todo trabajaba. Era el octavo de dieciséis hermanos, por eso salió a buscar trabajo desde niño. Fue canillita, lustrador de zapatos, vendedor de lotería y todo lo que fuese necesario para llevar dinero a su casa.

    Por esos años, a Chimbote llegaron extranjeros, miembros de ONG’S, para hacer ayuda social. Gracias a una pareja de ellos el joven Alejandro dio un giro de 180 grados en su vida y logró una beca que lo llevó a estudiar a una universidad privada en Estados Unidos. Se graduó como economista y estudió maestrías en prestigiosas universidades como Harvard y Stanford, en esta última es donde conoció a Eliane Karp.

    Regresó al Perú en 1981, a los 35 años, para asumir la consejería del Banco Central de Reserva en el gobierno de Fernando Belaúnde Terry. En ese trabajo conoció la política, el poder lo sedujo y le gustó. Pero aún era joven, tenía que esperar unos años y así lo hizo.

    En 1995 formó el partido político “País Posible”. Tuvo como símbolo de campaña las manos, manos que luego sabremos tenían uñas bien largas. Hizo la presentación en San Juan de Lurigancho.

    En esa elección se enfrentó al entonces presidente Alberto Fujimori y sólo obtuvo el 3.2% de votos. Fue un fracaso total, pero en su candidatura en el año 2000 la historia sería otra.

    Al inicio de la campaña no figuraba en las encuestas, pero poco a poco su carisma y su acompañante embrujaron a las cámaras. El cholo y la gringa era una imagen vendedora. Lo posicionaron como una opción para la gente que por esos años no bailaba al ritmo del Gobierno.

    El fujimorismo se encargó de exponerlo. Primero fue su hija no reconocida, el famoso caso Zaraí. La prensa lo investigó y mostró su debilidad por la noche, las drogas y las damas de compañía. Fingió un secuestro, pero en realidad, estuvo en un hotel de dos estrellas de la avenida Angamos. A pesar de las evidencias, nunca le tembló un músculo de la cara al momento de negar absolutamente todo. Y siempre Eliane, por lo menos en público, sacó las garras por él.

    Las denuncias fueron minimizadas por sus simpatizantes. Toledo ya no era un candidato, era la esperanza para salir de la dictadura. Pasó a segunda vuelta con Alberto Fujimori, perdió la elección, denunció fraude y la famosa marcha de los Cuatro Suyos lo terminó de catapultar, irónicamente, como la esperanza de una clase política sin corrupción.

    La marcha fue decisiva para la caída de la dictadura. El Gobierno de transición llamó a nuevas elecciones en el 2001 donde venció a verdaderos pesos pesados de la política.

    Llegó al Gobierno y juramentó cantando en las alturas de Cusco. Pero la alegría duró poco. El Toledo frívolo apareció, nadando en la calurosa Punta Sal, lejos de los problemas de un país que intentaba salir de la crisis.

    Ni el avión presidencial se salvó del escándalo. Una juerga aérea con ayayeros favoritos incluidos bautizó a la aeronave como el avión parrandero. A pesar de todo, supo llamar a técnicos competentes y el país creció en lo económico. Su gran oposición fue la prensa, que descubrió beneficios para sus educados hermanos y mesurados sobrinos.

    Cuando las denuncias no le gustaban llamaba en vivo y en directo para atarantar. Como lo hizo cuando Cuarto Poder denunció la fábrica de firmas falsas de su antiguo partido.

    Los periodistas que en ese momento integraban este programa renunciaron tras denunciar presiones desde Palacio de Gobierno.

    Producto de la mala noche siempre llegaba tarde a los eventos y por esa impuntualidad nació la hasta ahora famosa hora Cabana. Igual de tarde y en un mensaje a la nación, tuvo que reconocer a la hija que durante años negó. Cuentan que Eliane nunca se lo perdonó.

    Durante su gobierno su popularidad llegó a estar en 8%, pero al final el 30% terminó viéndolo con simpatía.  Se fue cantando y con ganas de volver.

    Y vaya que quiso volver al juego. En el 2010 fue otra vez candidato. Estuvo más histriónico que nunca, pero la gracia ya no funcionó. A regañadientes tuvo que apoyar a Ollanta Humala.

    En el 2016 lo volvió a intentar y fue peor. Cuando las investigaciones en su contra avanzaron escapó a Estados Unidos. Ahí estuvo preso unos meses y luego de una larga espera hoy llegó al Perú. Uno de los hombres que más confió en él fue a su encuentro, pero parece que con Toledo la vieja portátil de la chakana también está de vuelta.

    David Waisman fue acosado por los simpatizantes de Alejandro Toledo y fue mejor retirarse. Los reclamos tendrán que esperar y esa vieja pregunta sin resolver que merodea en la mete de sus viejos aliados aún no tiene respuesta.

    La resolución al enigma solo la tiene Alejandro Toledo. Ahora en prisión tendrá mucho tiempo para procesar respuestas. De lo que si no hay duda es que hay una clara diferencia para los que sí supieron sortear la tentación del poder, los excesos y el dinero.