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Un reencuentro treinta años después

Desde Huamanga, el reencuentro con sus muertos después de tres décadas, abre las heridas de una guerra que aún no termina de sanar. 59 peruanos asesinados por Sendero Luminoso ya descansan cerca a sus familias, que jamás dejaron de esperar.

Todos sus nombres están escritos con el mismo tipo de letra en un papel: Julia, Celestino, Cipriana, Miguelita, Julián, Cirila, Lázaro. Es la misma caligrafía para el mismo final.
Dionisa es dueña de uno de estos papeles. Ella, este 5 de agosto ni dormirá ni despertará, lleva 30 años suscrita al insomnio para evitar las pesadillas. 

Son 16 mujeres, una de ellas embarazada, los 41 hombres y dos niños que fueron dinamitados por Sendero y los militares entre 1980 y 1992. El Instituto de Medicina Legal y los fiscales de Ayacucho han buscado sus restos en más de 20 comunidades. 

Lidia va a recoger a su padre. la escucharemos en quechua porque su dolor habla así. Nos cuenta que a su padre le vendaron los ojos junto con otros comuneros, le dispararon y como no lo mataron, le clavaron varias veces el cuchillo en la espalda, caminó unos pasos y murió sentado, apoyado en un muro. Ella vio todo, fueron los militares.  

Su familia es pobre y desinformada, nadie le dijo que había un registro de víctimas y que tenían derecho a una reparación económica. Durante el gobierno de Alan García se dio un decreto que ponía como fecha límite para la inscripción noviembre del 2011. 

Ahora, se quiere dejar sin efecto ese derecho que se burla de la realidad. Sigue habiendo gente con miedo y sin dinero para llegar a la capital a hacer los trámites. Son víctimas por partida doble o triple.

 

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