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La ola de violencia ahoga a la capital loretana que intenta salir a flote con su pobreza a cuestas.
Iquitos, capital del departamento de Loreto, arde en violencia. Es una isla y vive como tal, aislada de todo eficiente plan de lucha contra la delincuencia.
La ola de violencia ahoga a la capital loretana que intenta salir a flote con su pobreza a cuestas. Familias con vidas destruidas, víctimas del crimen en Iquitos, pasan lista a sus muertos y solo reciben el eco de sus propios lamentos.
Zarella Bardales Mori, y sus hijos, caminan por este cementerio como almas en
pena. El último 16 de enero, hace apenas dos meses, asesinaron a su esposo
Juan Carlos Cumpa Sullón, un cambista de 50 años de edad. Criminales en
motocicleta le tendieron una trampa haciéndole creer que querían cambiar
dólares. Cuando “Juanito”, como lo llamaban sus amigos, iba a dejar el dinero a
su supuesto cliente, delincuentes motorizados lo interceptaron en plena calle y
lo agarraron a balazos.
Juan Carlos Cumpa Sullón quedó tendido en la pista, muerto, mientras que los
curiosos lo grababan con sus celulares sin mover un dedo. Una escena de sangre
que parece tan común en Iquitos que a nadie le conmueve. Hay testigos de
crímenes, pero aquí nadie habla.
La familia de Cumpa Sullón no tiene paz. Los asesinos están libres. Los sospechosos ni siquiera forman parte de las investigaciones y el proceso legal va
a paso lento.
Ante el reclamo masivo de la ciudadanía, el año pasado, el Ministerio del Interior hizo una evaluación para saber qué sucedía en la capital loretana, por qué la ola de delincuencia y, sobre todo, por qué no funcionaban los planes de inteligencia. Entonces encontraron su Talón de Aquiles: el 90% de policías era de Iquitos e, increíblemente, tenía algún lazo de amistad con los delincuentes. Se había mimetizado con la criminalidad a tal punto que el sector Interior tuvo que poner en marcha un inmediato plan de rotación policial. Hubo resistencia a tal punto que un buen número de agentes llevó su caso a los tribunales.
A finales del año pasado, Iquitos registró cinco crímenes emblemáticos por la
crueldad desplegada. La Policía actuó y dio con “Los Malditos de Iquitos”, una
banda integrada por 15 personas, de las cuales 11 están detenidas, según la
Policía.
La radiografía policial de Iquitos, sin embargo, no es del todo alentadora. Hay sólo
2 mil agentes para una ciudad que crece cada día con la explosión migratoria. El
aguacero pinta de gris a un pueblo sin oportunidades.