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El programa de entrenamiento de maratonistas fue creado en Huancayo por el deportista peruano Juan José Castillo
Campeones de la talla de Raúl Pacheco y de Gladys Tejeda, la mujer que se convirtió en base a disciplina y humildad en la mejor maratonista de América, Efraín Sotacuro, que a pesar de no tener brazos es hoy uno de los cuatro mejores fondistas del país y Rocío Cantará, la humilde jovencita que llegó a ser la mejor de Sudamérica pero a quien pocos conocen. Con el menor apoyo económico han logrado superar a países líderes del fondismo como Colombia, Brasil y México hasta convertir al Perú en la nueva potencia de la competencia de atletismo más dura de todas, la maratón.
El laboratorio de campeones se ubica sobre los 3200 metros de altura y alberga a los deportistas con mayor cantidad de triunfos y medallas entre todas las federaciones del IPD. De hecho cuatro de ellos ya están clasificados para las próximas olimpiadas.
Se trata de un edificio en el centro de Huancayo que cuenta con dormitorios en los que los atletas conviven al igual que en un hogar familiar. Ellos tienen la obligación de respetar ese espacio. Allí está prohibido el ingreso de mujeres o amantes. Los horarios de ingreso son estrictos. Es poco menos que un dormitorio militar donde nada debe distraerlos de su misión. Los campeones duermen en sencillos camarotes.
Hombres y mujeres entrenan por la tarde y noche. Solo tienen libres las tardes de los domingos. Pero el esfuerzo más duro es salir algunas mañanas a conquistar las cumbres de los cerros que rodean a la ciudad incontrastable. Alcanzan alturas superiores a los 3500 metros, y a ritmos que a otras personas dejarían sin aliento a los pocos pasos.
Este centro empezó cuando el laureado atleta Juan José Castillo diseñó este programa de maratonistas que en solo tres años ha revolucionado el deporte peruano.