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Luego del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, un encuentro histórico sella los nuevos aires en la Isla.
Cuarto Poder estuvo en la sufrida Habana, al mismo tiempo que un papa, el tercero en 17 años, cuya audaz diplomacia y carisma están a punto de lograr la reconciliación entre dos viejos enemigos: Cuba y Estados Unidos, herederos de una Guerra fría entre el comunismo y el capitalismo, dos formas de ver el mundo que después de más de medio siglo están limpiando asperezas y empezando a dialogar.
Primero fue Juan Pablo II, en 1998, luego Benedicto XVI en el 2011, pero ninguno como Francisco cuya mediación logró lo que parecía imposible: reestablecer relaciones diplomáticas entre ambos países tras el triunfo de la revolución de Fidel Castro en 1959. El 20 de julio de este año la bandera de los Estados Unidos de Obama y la de la Cuba de los Castro, flamearon en sus respectivas embajadas, empezaban los vientos de cambio.
Dos meses después comenzaba el periplo más complejo de Francisco desde que en marzo del 2013 asumiera su papado. Aterrizó en el Aeropuerto José Martí de la Habana y fue recibido por el presidente Raúl Castro y, como sabiendo del encuentro que se venía, le mandó saludos a Fidel.
Al día siguiente lo esperaba la emblemática plaza de la revolución. Donde una multitud lo recibiría, como también, irónicamente, el rostro del ateo Che Guevara recordándonos a la dictadura comunista que aún sigue en el poder en esta isla caribeña que parece un museo viviente.
Pero, ¿cuál es la Cuba que recibió a Francisco? ¿En verdad ha cambiado tanto? La respuesta es que no mucho, casi nada.