La muerte de Liam Payne, exmiembro de One Direction, conmocionó al mundo el pasado 16 de octubre cuando se informó que había caído desde el tercer piso de un hotel en Buenos Aires. A los 31 años, el cantante perdió la vida en circunstancias que, con el tiempo, se han revelado mucho más complejas. Más allá de la pérdida, su historia ha puesto sobre la mesa los desafíos invisibles que enfrentaba.
Según informes recientes, la autopsia descartó el suicidio y confirmó que Payne había consumido un cóctel peligroso de sustancias, incluyendo crack, cocaína, metanfetaminas, ketamina y benzodiazepinas. La mezcla de estas drogas lo dejó en un estado de inconsciencia antes de la fatal caída.
Horas previas a su fallecimiento
Horas antes del accidente, Payne realizó pedidos de grandes cantidades de alcohol y drogas. Según el medio TMZ, que tuvo acceso a las investigaciones, la noche del 15 de octubre el cantante habría pedido al empresario argentino y amigo cercano Roger Nores, unos 6 gramos de cocaína y 4 botellas de whisky, y tan solo horas más tarde habría pedido otras 5 botellas más.
Adicionalmente, ya en la mañana del día de su fallecimiento, Payne solicitó la compañía de 2 prostituas alrededor de las 11am quienes luego aseguran que el cantante no quiso abonarles por sus servicios. Él se habría molestado tanto que golpeó el televisor.
Finalmente, Payne solicitó otros 7 gramos de cocaína a un empleado del hotel, quien cumplió con su pedido. Tras ello, el cantante bajó al lobby donde pudieron constatar que estaba muy ebrio y con las pupilas dilatadas y fue llevado de regreso a su habitación por los empleados, quienes lo dejaron 1 hora antes de su fallecimiento.
Este triste episodio ha generado reflexiones sobre la presión y los demonios internos que enfrentan muchas figuras públicas. Su pareja, Kate Cassidy, expresó su profundo dolor en redes sociales, describiendo a Liam como un ser querido que luchaba en silencio.